“Neza York”, “MiNezota”, “Cavernícola Oriental”, la “Raptores” o el “Barrio Bravo”, son algunos de los motes con los que se ha estigmatizado a ciertas zonas de alta incidencia delictiva y rezago social en la CDMX. Y es que en México estamos acostumbrados a tomarnos con humor hasta los aspectos más negativos de la realidad. Así, “Iztapalacra”, entre la broma y el insulto, es un nombre que busca resaltar aspectos negativos con los que históricamente se ha relacionado a la Alcaldía de Iztapalapa, tales como la marginación, la pobreza, la falta de acceso a oportunidades y la inseguridad. En el ideario de los capitalinos se trata de un lugar en el que predomina la delincuencia, aunque la realidad en cifras indique que es una de las zonas de la Ciudad con mayores logros en la disminución del crimen; en los últimos cuatro años ha habido una reducción de más del 55% en los delitos de alto impacto, cerca de 60% en homicidios dolosos, y aproximadamente el 50% en robo de vehículo con y sin violencia.
Iztapalapa, con casi dos millones de habitantes, es la segunda demarcación más poblada a nivel nacional. Según el Informe de Medición de la pobreza en las Alcaldías de la CDMX, en 2020, el 68.4% de su población enfrentaba necesidades básicas insatisfechas, mientras que el 23.2% se encontraba en situación de pobreza extrema. No es de extrañarse que aproximadamente el 20% de la población penitenciaria de la Ciudad de México provenga de esa alcaldía, en donde años de rezago y abandono por parte de los distintos gobiernos fueron creando y reforzando numerosos factores de riesgo.
Actualmente, sin embargo, está sucediendo un proceso único de construcción de paz enfocado en la seguridad ciudadana, el bienestar, la movilidad, la dignificación y apropiación del espacio público que vale la pena reconocer. Como una medida de prevención situacional, se han instalado más de 217 mil luminarias para crear senderos seguros para las mujeres e iluminar calles internas y andadores de los barrios. Asimismo, la puesta en marcha del Cablebús y el Trolebús Elevado ha sido un factor clave para mejorar la movilidad y la calidad de vida de los habitantes. Ana María, profesora de primaria, señaló: “me trasladaba en microbús desde Santa Martha y ahora hago la mitad del tiempo, me ahorro unos 45 minutos para llegar a Constitución, además me siento más segura y cómoda, pues aquí no hay asaltos. Hasta mi celular me atrevo a sacar”.
Sin embargo, la medida más visible y mejor lograda son las 12 Unidades de Transformación y Organización para la Inclusión y la Armonía Social (UTOPÍAS), en medio millón de metros cuadrados. Estos espacios dignifican la vida y la dinámica social en los lugares que se encontraban más abandonados en la demarcación. Ofrecen de manera gratuita actividades culturales, deportivas y recreativas habitualmente reservadas para los sectores más favorecidos de la población, con una infraestructura moderna e innovadora.
Las UTOPÍAS son una notable excepción en una sociedad en la que la desigualdad no hace más que crecer y en donde las políticas de los gobiernos han insistido en criminalizar y castigar a los sectores más pobres, en lugar de invertir recursos para la prevención social de la violencia.
Construir la paz significa ir más allá del discurso y de las políticas de seguridad punitivas de control y reacción. Se trata de invertir recursos humanos y materiales en la atención de las causas sociales de la inseguridad para generar oportunidades, acceso y bienestar, especialmente para aquellos que por sus contextos la tienen más difícil. Aunque el reto es mayor y falta mucho por hacer, el proyecto integral de cohesión social e inclusión encabezado por la alcaldesa Clara Brugada comienza a transformar el panorama de Iztapalapa. Falta ahora avanzar en otra lucha difícil de ganar, que consiste en cambiar la percepción de una sociedad profundamente clasista que prefiere quedarse en el estigma, en lugar de mirar hacia el futuro más prometedor de una utopía creada por y para los habitantes de Iztapalapa.