No es novedad que la candidatura para encabezar el partido Republicano en los próximos comicios de 2024 en Estados Unidos, más que eso, parece una contienda para encontrar al candidato más racista y antinmigrante. Esta semana, el debate de potenciales candidatos y la entrevista realizada a Trump en ese contexto, nos confirma que el racismo y la promoción del miedo a los migrantes y en contra de México, es la marca de la casa.
En el debate, 7 de los 8 aspirantes del partido Republicano a la presidencia criticaron la situación fronteriza, el narcotráfico y la migración. Deliberadamente, estos candidatos utilizan mensajes xenófobos e información que distorsiona la realidad, pues con esa narrativa buscan apelar a los miedos de las personas, crear escándalo y conseguir apoyo popular. Conceptos como “invasión migrante” incrementan el racismo y la xenofobia de quienes temen perder sus trabajos y oportunidades o creen que las personas en movilidad amenazan su seguridad. Desafortunadamente, la narrativa antimigrante ha mostrado ser efectiva, basta con observar las victorias de Trump, de De Santis o de Greg Abbot.
El expresidente Trump, quien dicho sea de paso declinó su participación en el debate al considerar que éste no estaba a su altura, señaló en una entrevista que, de llegar nuevamente a la presidencia, la frontera será su prioridad para “devolver a cientos de miles de criminales a los que se les ha permitido entrar al país a sus países”. Agregó que los migrantes provienen de algunos países que la gente ni siquiera conoce, que vienen de instituciones mentales, de prisiones y que muchos son terroristas. Dijo que estaban vaciando las prisiones en Sudamérica y que esas eran las personas que estaban llegando a Estados Unidos. Entre sus principales promesas de campaña está cerrar la frontera y negar la nacionalidad estadounidense a aquellas personas que nazcan en Estados Unidos con padres migrantes.
El gobernador de Texas, Greg Abbot, ha utilizado a los migrantes como parte de su juego político. Envió autobuses con migrantes a Washington y Nueva York, desplegó a la Guardia Nacional de Texas con su política “estrella solitaria”, ha colaborado con grupos supremacistas en la frontera e instaló las polémicas boyas en el Río Bravo. De Santis, gobernador de Florida, promovió la recientemente promulgada Ley SB 1718, que criminaliza a migrantes y a quienes los ayuden. Además, aseguró que, de llegar a la presidencia, enviaría tropas a México para enfrentar a los cárteles, a quienes acusó de estar matando a decenas de miles de sus conciudadanos.
El exvicepresidente Mike Pence prometió poner en marcha estrategias similares a la presión económica que en su momento ejercieron en contra del gobierno mexicano para que éste aceptara que los solicitantes de refugio en Estados Unidos esperaran en territorio mexicano, además de lograr el despliegue de la GN en México.
Desde hace un par de años diversos miembros del partido Republicano han culpado a México de sus problemas de seguridad y tráfico de sustancias (principalmente el fentanilo), proponiendo medidas radicales e intervencionistas para lidiar con los cárteles mexicanos. Se empeñan en buscar un “enemigo externo”, en lugar de reconocer que unas 200 mil armas de fuego cruzan desde su país a México cada año y que la crisis del fentanilo responde a políticas estadounidenses en salud equivocadas, que permitieron que millones de sus ciudadanos se volvieran adictos a los opioides.
Preocupa la narrativa antinmigrante impulsada por el partido Republicano. El lenguaje y las palabras sí importan. Recordemos que el discurso racista y antinmigrante de Trump ocasionó el resurgimiento de grupos supremacistas blancos y un incremento del 20% en los crímenes de odio durante su mandato, principalmente en contra de latinos.
El discurso de odio, aunque sin sustento alguno, responsabiliza a los migrantes de los problemas internos. Lamentablemente el populismo xenófobo resulta más lucrativo que reconocer la importancia de la fuerza laboral migrante para la productividad económica y el aporte social.