En las últimas semanas se ha reiniciado la carrera espacial. En 2021 la competencia no es entre países: la Unión Soviética ya no existe, y la NASA estadunidense ha visto su presupuesto reducido por falta de interés en los viajes al espacio. China desarrolla un avión espacial, pero estaría listo hasta 2045.

Si bien Donald Trump entiende el valor mediático del espacio, no es él quien ha reiniciado la carrera extraterrestre. Es cierto que durante su presidencia se creó la “Fuerza Espacial de Estados Unidos”, una especie de comando militar. Pero el banderazo de salida fue sólo eso, un banderazo para atraer reflectores. La “Fuerza Espacial” ha pasado a un plano muy lejano ahora que hay un adulto funcional en la Casa Blanca.

En México y América Latina, emulando los pasos del expresidente vecino, el año pasado se anunció la creación de la Agencia Latinoamericana y Caribeña del Espacio (ALCE), un consorcio de ocho países que buscará lo mismo: el reflector, no el espacio. ALCE sigue en fase preliminar.

Pero más allá de las obsesiones presidenciales, el espacio tiene un atractivo comercial innegable. No sólo porque existen contratos enormes con las agencias espaciales estatales para proveerlas de tecnología, sino por el marketing mismo de un viaje a los confines del planeta. Botón de muestra son los tres milmillonarios que lideran esta nueva carrera:

Jeff Bezos –fundador de Amazon–, Richard Branson –fundador de Virgin– y Elon Musk –fundador de SpaceX y de Tesla–, compiten por atención y por derecho de presumir: a ver quién llega más lejos.

Branson, hace 10 días, tripuló un vuelo supersónico junto con otros tres pasajeros y dos pilotos. El evento, si bien mediático, no generó el ruido esperado: Branson hizo lo que ya otros habían hecho antes. No sólo eso, no atravesó la “línea de Kármán”, la frontera imaginaria de 100 kilómetros sobre el nivel del mar.

El que sí lo consiguió fue Jeff Bezos, quien llevó a su nave Blue Origin más allá de la línea. Bezos jaló los reflectores por tres motivos: 1) Efectivamente fue al espacio; 2) Llevó a Wally Funk, de 82 años, y la convirtió en la persona más vieja en salir del planeta, y a Oliver Daemen, de 18 años, la persona más joven; 3) Sus declaraciones posviaje.

En entrevista, Bezos agradeció a los clientes de Amazon, porque “ellos pagaron” el vuelo. Luego procedió a anunciar que daría 100 millones de dólares por cabeza a dos individuos –al chef José Andrés y al comentarista de noticias Van Jones– para que lo donaran a la beneficencia que ellos decidieran. Aprovechó el foco.

Cabe resaltar que los negocios de Bezos ganaron en la Bolsa de Valores, tan solo en la mañana en la que Blue Origin viajó al espacio, lo suficiente para pagar todo el vuelo y hasta más. En cuestión de horas.

Musk, por su parte, no tiene planes inmediatos de volar, aunque hay quien reporta que se subirá al avión de Branson e incluso ya ha dado un depósito para hacerlo. El magnate sigue enfocado en el proyecto más ambicioso de los tres: llegar a Marte.

Todo este espectáculo, naturalmente, se ha traducido en memes y en crítica. En memes porque Blue Origin tiene una forma indudablemente fálica, y porque forma parte de la disputa masculina más añeja: en el pueblo de San Gimignano, en Italia, los pobladores se compitieron entre ellos durante los siglos XI y XII para ver quién podía erigir la torre más alta.

Y en crítica porque si bien estamos regresando al espacio, a redescubrirlo, es imposible no pensar que estos tres milmillonarios compiten por el simple hecho de que pueden. Y compiten al mismo tiempo que sus empresas enfrentan escrutinio por su conducta en la Tierra, al mismo tiempo que la humanidad enfrenta una pandemia nunca antes vista, y al mismo tiempo que la crisis climática está en pleno apogeo.

Es su dinero. Pueden hacer lo que quieran con él. Pero no deja ser un tanto abstraído de la realidad que tres mil millonarios, con todos los medios del mundo a su disposición, compitan por escapar del planeta mientras la Tierra enfrenta una ola de crisis sin precedentes.

Esta columna regresará la primera semana de agosto.

Las opiniones vertidas en este texto son responsabilidad de su autor y no necesariamente representan el punto de vista de su empleador.

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