Relatan nuestros padres –en algunos casos nuestros abuelos– que el mes en el que más angustia global han tenido –porque angustias locales las ha habido y las habrá diario y siempre– fue aquel octubre de 1962, cuando la entonces Unión Soviética y Estados Unidos escalaron la Guerra Fría y la llevaron al borde del precipicio nuclear durante 13 días.

México, en la órbita de los misiles soviéticos, podría haber sido daño colateral de la masacre. Y el orden mundial –que no el “nuevo orden mundial” que tanto le gusta a los conspirólogos– hubiera sido otro en caso de que una sola ojiva nuclear hubiese detonado.

Desde entonces, con altas y bajas, el mundo ha vivido en conflicto constante. Irán, con sus centrífugas; Corea del Norte, con su programa de misiles; y Estados Unidos, con su costumbre de invadir otros países conforme a sus necesidades.

Pero la realidad ha ido cambiando. De la certidumbre de la guerra como consecuencia de las alianzas internacionales –ahí está la Primera Guerra Mundial, desatada por el complejo dominó europeo–, la realpolitk se ha apoderado de las relaciones entre países. Pensemos en Estados Unidos, cansado de ser el hegemón mundial. Durante el mandato de Donald Trump salió de Afganistán y dejó un país en ruinas. Antes que eso, en tiempos de Barack Obama, cedió su papel de policía mundial. En un lejano 2013, cuando se comprobó que Bashar al-Ásad , presidente sirio, utilizó armas químicas en violación de tratados internacionales, Obama habló de una línea roja que no se podía cruzar, o de lo contrario habría una intervención militar.

Y luego nada.

Ahora, en 2022, vemos un conflicto en ciernes en Ucrania . Difícil saber qué es lo que viene, y especulación hay mucha, porque hay palabras que escribir, videos de Youtube que grabar, espacio que llenar. Pero la incertidumbre existe, y el conflicto parece acercarse.

(Mientras tanto, Burkina Faso es el cuarto país africano que en menos de un año es víctima de un golpe de Estado, pero para los medios, como dice el dicho, África es un país.)

Lo que cambia, si se piensa en la política interna estadunidense y se utiliza Siria como precedente cercano, es que si algo sucede en Europa, las reglas de antes no son las de ahora porque el mundo regresa a la insularidad previa a la globalización de décadas pasadas.

Demasiado en el plato como para pensar en qué hay afuera. Ahí está el ejemplo de uno de los dueños de los Golden State Warriors, quien dijo en público que lo que menos le importa en el mundo es lo que sucede con los uigures.

El futuro es el pasado. De un lado se buscan restablecer las esferas de influencia de hace 60 años, del otro la indiferencia de hace más de 100, cuando Estados Unidos se declaraba apolítico respecto al resto del mundo.

Nuevos tiempos, viejos tiempos. De manera un tanto distinta, pero hoy vivimos lo que le tocó a nuestros padres y a nuestros abuelos.

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