Existe una práctica documentada en la cual industrias e incluso gobiernos invierten fondos millonarios en el deporte, con el fin de obtener buena voluntad de personas que quizás no conozcan el historial de los Estados o las compañías, o simple y sencillamente no les importe. Se le conoce como “sportswashing ”.

Así ha sucedido con los equipos más grandes del planeta, como el Manchester City o el Paris Saint-Germain , patrocinados por fondos interminables de Estados con fortunas infinitas.

Y ahora sucede en dos nuevos frentes. El primero, el Newcastle United , un equipo de glorias viejas –en los 90 con el ariete Alan Shearer ; en México con la película de Goal a principios de este siglo–, que ahora está fundido en petrodólares.

Si bien ha habido una álgida discusión entre analistas, entre aficionados del equipo, y dentro del mundo del deporte en general, la realidad es que eso no ha hecho mella alguna: el equipo incluso ahora porta una tercera camiseta que nada tiene que ver con su pasado, pero sí, curiosamente, con los colores de la bandera de su dueño. La Premier League no dijo ni mu.

El segundo, y quizás todavía más controvertido, es en la arena del golf. Durante décadas, el tour de la PGA ha sido el máximo circuito. Para los que no somos fans, pensémoslo como la Fórmula 1, o quizás la Champions League . Un torneo único, la cumbre de la cumbre.

Pues bien, desde el año pasado, el PGA Tour ha perdido a muchos de sus principales jugadores, porque ahora hay una cosa que se llama “LIV Golf”, que a punta de billetes se ha llevado a las grandes estrellas. De siete a nueve ceros –en dólares–, según varios reportes. “LIV Golf” está patrocinado por el mismo Estado detrás del Newcastle.

Cuando se le ha preguntado a gente como Phil Mickelson, uno de los mejores jugadores de la historia, sobre su participación en esta liga, patrocinada por el Estado saudí, él ha dicho cosas como: “me dan miedo […] tienen un registro terrible en derechos humanos […] ejecutan a personas por su preferencia sexual […]”, pero, aun así, el dinero es el dinero y ahí está Mickelson.

O a Greg Norman, otra leyenda del deporte, se le preguntó directamente sobre dirigir un torneo apoyado por los supuestos asesinos de Jamal Khashoggi, un periodista que hace cuatro años entró al consulado de su país en Turquía y nunca salió, al menos no vivo. Norman ha respondido “todos nos equivocamos”. Dinero.

El sportwashing, como el greenwashing , o el pinkwashing, es una de tantas tendencias donde el mundo entero voltea de lado porque, otra vez, dinero.

Seguirá pasando con mayor frecuencia, y como veremos con el nuevo Mundial, o con los Juegos Olímpicos de invierno, solo aquellos Estados con registros atroces, pero con cofres a granel, estarán dispuestos a entretenernos.

Y nosotros felices, claro, por ver a los mejores deportistas del mundo sin pensar quién los financia.


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