Si bien uno no debe engancharse con los insultos en redes, hay uno recurrente que merece ser mencionado: el reproche a la crítica misma. El tuit inicia más o menos así: “siempre criticas, nunca propones”. Y luego se complementa con un “si no tienes nada que aportar, mejor cállate” –casi siempre en variante soez–. Más allá del talante censurador de esa segunda parte, a la primera puede hacérsele caso de vez en cuando. En particular en momentos como éste, en el que el país atraviesa una crisis de múltiples aristas. A continuación cinco propuestas para enfrentarla.

Número uno: proteger a como dé lugar lo que queda de fuentes laborales en el país. Durante los últimos meses se ha perdido una cifra récord de empleos. A pesar de que hay una muy tímida recuperación, existe el riesgo de que más empresas y lugares de trabajo sigan cerrando ante una economía deprimida. Bien apuntaba Santiago Levy ¡en marzo! (https://www.nexos.com.mx/?p=47405) tres acciones imperativas: aumentar sustancialmente las transferencias directas a los beneficiarios del programa de becas Benito Juárez; el gobierno debe asumir el pago de las aportaciones obrero-patronales al IMSS; asimismo suspender la aportación de las mismas a las Afores e Infonavit de manera temporal. Es lo mínimo necesario.

Número dos: revertir de inmediato el mal llamado plan de austeridad, en particular a lo que al sector salud se refiere. Queda claro al día de hoy que la pandemia no ha sido contenida. De hecho, estamos viviendo en la tierra del pico perpetuo de contagios. Por ello es necesario reforzar todo lo relacionado con salud. Tenemos ayuda de China a través de los puentes aéreos, pero las doctoras y el personal médico repiten hasta el cansancio que lo necesario –previo a los ventiladores– son los insumos básicos: batas, jeringas, medicinas; incluso abatelenguas, vaya. Empezar por lo primero: que ningún doctor tenga que gastar de su propio bolsillo para realizar su trabajo. (No deja de sorprender a quien esto escribe que esto sea punto de discusión.

Número tres: dejar de inyectarle dinero a Pemex. La paraestatal no se puede levantar, eso es obvio para quienes más saben del tema. Que la endeudaron hasta las cachas en sexenios anteriores, sin duda. Que la culpa no recae sólo en este gobierno, también. Pero es momento de enterrar ese sueño y de ser realistas: se debe hacer un análisis y cortar por lo sano; quedarse sólo con las partes útiles de la compañía. Basta ya de aferrarse a la historia de bronce que enaltece al 18 de marzo de 1938 como mito fundacional y sostén ideológico de esta administración. En la crisis el pragmatismo debe anteponerse a la ideología.

Y detener dos Bocas: hay múltiples refinerías ya construidas en venta; sería mucho más barato y útil que el gobierno mexicano comprara alguna de ellas en lugar de levantar una desde cero.

Número cuatro: llevar a cabo uno de los más ambiciosos programas de conectividad de redes de la historia. El semáforo verde en este momento no es más que un sueño; dicen los doctores y los especialistas en salud que en México no se podrá hablar de una pandemia controlada hasta que no exista una vacuna o tratamiento efectivo. En el mejor de los casos será a fines de este año que se tenga lista una vacuna medianamente efectiva; su aplicación masiva está aún más allá del horizonte. Por ello los niños deberán quedarse en casa y llevar a cabo su ciclo escolar en las condiciones más adversas posibles –si es que de hecho se inscriben–.

Es necesario, entonces, iniciar de inmediato con un plan serio de conectividad que otorgue acceso a la red a todos los mexicanos. Al mismo tiempo debe comenzarse la compra y distribución masiva de dispositivos digitales a la población que más los necesita.

Número cinco: negociar con los empresarios –a través de incentivos fiscales, quizás– para que un padre o madre pueda apoyar a su hijo o hijos en este ciclo escolar. Horarios flexibles o carga de trabajo más leve; en particular si se trata de una familia monoparental. La primera gran pregunta en las familias mexicanas es si sus hijos podrán seguir asistiendo a clases; la segunda es cómo lograrlo si los padres tienen que dedicarse exclusivamente al trabajo si no quieren perderlo. Que las mujeres –porque en este país siempre son las madres– no tengan que abandonar la vida laboral.

Venga aquí la inevitable pregunta: ¿y el dinero para financiar esto caerá del cielo? Por supuesto que no. Todo lo aquí propuesto cuesta. Pero para eso está la deuda. No faltará el inevitable merolico que grite que la deuda es mala. En este caso es necesaria: estamos frente a la mayor crisis económica y de salud de nuestra historia moderna.

¿Lo dicho aquí es utópico? Probablemente sí, al menos con este gobierno.

Pero que no digan que uno no propone

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