Hace casi dos décadas, cuando en México las personas se comunicaban a través de los zumbidos del Messenger original, las redes sociales comenzaban a tomar forma. Existía en Estados Unidos Myspace y aquí el lugar virtual de moda era Hi5 . Pero, como toda primera generación de productos, las redes sociales iniciales fueron superadas de forma veloz por la siguiente iteración.

Facebook fue quien se quedó con el pastel. No con una rebanada, sino con el pastel entero. En su apogeo en el último lustro, ha sido la red social con mayor alcance en todo el planeta. En África, Asia y América despuntó. En Europa su alcance fue menor, en parte por la legislación de privacidad que protegía mejor a los usuarios del continente.

Y ahora, por primera vez en 18 años, Facebook –bueno, Meta– reportó tener menos personas activas en su plataforma principal. La caída, en términos de escala, fue mínima: pasó de 1,930 millones de usuarios diarios a 1,929. Sin embargo, en la bolsa de valores el golpe fue brutal. Meta llegó a caer casi 24%, una pérdida nunca antes vista.

En términos de valuación, la compañía cayó casi 200 mil millones de dólares, y –en otro hito– se ubicó en valor debajo del límite monetario que se utiliza para calcular monopolios en Estados Unidos. Dicho de otra manera: perdió tanto que si se hubiera promulgado una legislación de competencia en Estados Unidos no le hubiera afectado. Dejó de ser gigante.

¿Por qué? Por varias cosas. La primera es que la compañía arrastra varios escándalos de años atrás y no se los ha podido quitar de encima. Hemos hablado aquí en ocasiones previas de cómo se le ha acusado de tolerar abusos gubernamentales, de cómo se le ha acusado de permitir violencia y de cómo no está ni cerca de moderar el contenido que se comparte en la red. Eso ha calado en la percepción pública.

La segunda es que no ha producido ningún producto nuevo: lo que ha hecho es comprar otros. Instagram y WhatsApp, por ejemplo. Ahora que busca avanzar el concepto de “metaverso”, las críticas se centran en que la compañía no entiende a su usuario porque tiene casi dos décadas sin diseñar algo pensando en él. Ha perdido el pulso.

Y la tercera es que su base se está avejentando. Son años ya de que las generaciones más jóvenes ven a la red como la red de sus papás, y eso se nota. Es anecdótico, pero quien esto escribe cada vez observa menos interacciones cuando ingresa.

Instagram, según los mismos reportes, parece mostrar señales de fatiga .

TikTok, el gigante chino, tiene el toro por los cuernos en estos momentos. Pero su dominio también puede ser efímero: en estos tiempos warholianos, uno ya es famoso durante el tiempo que dure su baile, no más. Quince minutos son una eternidad.

¿A dónde irán los usuarios? Imposible saberlo. Una hipótesis aquí esbozada: veremos lo que vimos con los sistemas de televisión por cable. Después de años de dominio la audiencia se pulverizó. Algo así podría suceder, y quizás no volvamos a observar el poder de concentración que existió durante las dos primeras décadas de este siglo.

Decir “me gusta” será tan poco cool como la propia palabra cool.

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