La agenda política la copa, las 24 horas del día, los siete días de la semana, el discurso presidencial. Cuando hay algún resquicio, se escucha o se lee sobre la agenda que promueve su partido en el Congreso, que, huelga decir, es un apéndice del presidente. La nota es lo que quiere o intenta Morena; nunca lo que hacen los demás.
Si acaso hay espacio para un tercer tema, éste lo ocupa la pugna interna del partido mismo, que lleva tiempo en franca convulsión. Desde julio de 2018 la discusión nacional es monotemática: presidente y aquello que lo rodea. Nada más.
Quien esto escribe se confiesa partícipe de la situación: es un círculo vicioso que se refuerza. Si sólo se sabe del presidente, sólo se habla del presidente. Y si sólo se habla del presidente, sólo se sabe de él.
Pero es que de la oposición no hay absolutamente nada que decir. Tendría uno que escarbar en lo más profundo para recuperar, algo, lo que sea, de lo que son y sostienen. Pero ése es trabajo de un porrista o de un publicista, no de un columnista: si la oposición quiere apuntalar algún tipo de respuesta y luego propuesta, lo debe hacer por sí sola.
Y no parece que eso vaya a suceder pronto, a pesar del tiempo que ha transcurrido desde julio de 2018 y del tiempo que falta para las elecciones del próximo año. El silencio es enorme.
Ahí está la segunda fuerza, el Partido Acción Nacional, que perdió la brújula y no la ha recuperado. Su cúpula es discursivamente diminuta: cuando atina a decir algo, tiende a ser inconsecuente en el mejor de los casos, risible en el peor. Si el PAN mantiene su estatus de segunda fuerza es por inercia pura: en democracia los electores siempre necesitan una alternativa extrema y el PAN es lo más opuesto al gobierno. Quizás, también, flota gracias a individuos (Laura Rojas, Juan Carlos Romero Hicks) que llevan ya tiempo en menesteres políticos. Y por la fuerza local en estados donde su ideología sigue siendo el valor predominante. Pero a nivel nacional están borrados –salvo por la propuesta de Ingreso Básico Universal, la cual pasó injustamente de noche–.
El PRI hiberna, y sólo despierta en rara ocasión por conveniencia pura, no por principios. Cambia una cosa por otra, feliz de ser bisagra y de beneficiarse.
El Verde Ecologista se ha hundido en el abono todavía más en este sexenio: ahora se alía con un gobierno paladín del petróleo, en lucha abierta contra las renovables y el medio ambiente.
Y Movimiento Ciudadano, que tal vez es la única organización que esboza un proyecto, da los bandazos más grandes. A veces apoya al gobierno, a veces se planta en el otro extremo. Nunca queda claro por qué.
Parece, más bien, la unión de dos facciones incompatibles: el alfarismo, la rama que más votos le dio en 2018, y la capital, con valores discordantes a los del político jalisciense. Para ser
contrapeso nacional debe tomar una decisión y optar por alguna de las dos vías; de lo contrario se convertirá en un Morena miniatura: abarcará mucho y apretará poco.
Partidos sin agenda, sin propósito. Que se ahogan en su inconsecuencia.
Y bueno, qué decir de quienes de plano no entienden aún el país en el que viven. Ahí están los que salen a dar claxonazos cada domingo, porque como alguien en redes dijo, su gran alternativa es generar un embotellamiento. Y ahí está una exsenadora que compartió, con harto gusto, un meme clasista del presidente subiéndose a un avión de aerolínea de bajo costo, con cajas de huevo como maleta. El subtexto es más que obvio: nada como viajar en primera clase, qué perro oso ser pobre. (Cabe recordar que la entonces senadora viajó a Japón en 2016, en representación del Congreso, con un cargo nada deleznable de 163,034 pesos por boleto al erario, según El Economista.)
Podrán decirse muchas cosas del presidente. Vaya que hay muchísimo de dónde criticarle. Pero en algo tiene razón: la oposición está moralmente derrotada.