Decía el gran Yogi Berra que esto no se acaba hasta que se acaba, y salvo que ocurra algún milagro que haga recapacitar a Donald Trump , la elección de Estados Unidos no se definirá durante días.
Acusaciones de fraude, litigios, el rompimiento de las normas más básicas de la democracia estadunidense, eso es lo que vemos por parte de un presidente que desde hace semanas se había negado a prometer aceptar el resultado de la contienda electoral de nuestro vecino. El punto culminante, hasta ahora, fue el mensaje que dio alrededor de las 3 de la mañana en la Casa Blanca la madrugada de ayer: jamás un presidente estadunidense había usado la investidura para declarar –sin fundamento alguno– un fraude masivo en la elección federal.
Pero dejemos eso de lado, porque Trump como tal requiere mucho más espacio del que se le puede dar en una columna. Lo que sí se puede hacer, a botepronto, es extraer algunas lecciones de lo que hemos visto en este proceso.
1. Estados Unidos acaba de descubrir que los “latinos” no son un bloque uniforme. Mientras que en lugares como Doral o Weston en Florida las comunidades cubanas y venezolanas abrazan a la extrema derecha sin empacho alguno –sumado a la propaganda que declaraba a Biden amigo de Fidel Castro–, las comunidades mexicanas y centroamericanas de California tienen otros intereses. Ni se diga las de Texas, donde Biden perdió el condado de Zapata –fronterizo– por cinco puntos, mientras que Clinton lo ganó por 33.
No existe tal cosa como el latino vote.
2. Niños en jaulas, discriminación hacia los musulmanes, destrucción del medio ambiente. Casi 70 millones de estadunidenses toleran o incluso aceptan que esto suceda en su país. La elección era un referendo sobre las políticas más horrendas de los últimos cuatro años y el resultado es tan cerrado que rompe con lo que al ala progresista de Estados Unidos le encanta repetir: We’re better than this, o “somos mejores que esto”. No, no lo son. Es el país que tienen y el país que son. Y a la mitad de sus ciudadanos eso le parece no sólo bien sino digno de continuarse.
3. Algo ocurre con las encuestas. Fallaron en 2016 y fallaron todavía más en 2020. Puede que los modelos no estén bien calibrados, que el cambio demográfico no se haya logrado trasladar de manera efectiva a los métodos que utilizan, o también puede ser tan sencillo como que los encuestados mienten. Pero las encuestas no están leyendo lo que ocurre en Estados Unidos.
4. El covid-19 tiene sin cuidado a una parte considerable de los estadunidenses. El país que peor ha manejado la pandemia, que día con día rompe registros de contagios y muertes, piensa que la peor enfermedad en un siglo no es tan importante o piensa que ya la superó. Cualquiera de las dos opciones es alucinante.
5. Quizás suene a obviedad, pero Estados Unidos es un país enorme y complejo. Así como Luisiana aprobó una iniciativa de ley para prohibir de forma explícita el aborto en el estado, Oregon decriminalizó el consumo de cocaína, heroína y metanfetaminas. California aprobó que las personas bajo libertad condicional puedan tener derecho al voto, pero también rechazó que los choferes de transporte privado (Uber, Lyft) sean considerados como empleados y tengan los beneficios laborales que eso conlleva.
Así la democracia más vieja del mundo moderno. Anclada al pasado en muchos aspectos, librando una lucha continua en el presente, y encaminada hacia un futuro incierto.
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