En semanas recientes los mercados de valores , pero en particular el de criptomonedas, han tenido caídas estrepitosas. Estas últimas, si bien siguen costando (o valiendo, según se le quiera ver) mucho dinero, no están ni cerca del pico que llegaron a alcanzar hace unos meses.
Aquellos que están comprometidos al 100 con este universo confían –o más bien, tienen fe– en que su precio rebotará y se cumplirá la fantasía de la Web3; entiéndase, que la humanidad migrará a un sistema en el cual el dinero que conocemos hoy en día resulte obsoleto.
Están en su derecho; sin embargo, la realidad apunta que la profecía no se cumplirá.
Lo decía muy bien hace unos días Charlie Warzel , autor de una carta semanal en el sitio de The Atlantic: basta con entrevistar a un evangelizador de criptomonedas para entender que ni ellos encuentran, todavía, un uso práctico a las criptomonedas. Para realizar transacciones sencillas del día a día es un calvario –ahí está el caso de El Salvador–. Para remplazar al dinero tradicional tampoco –ni las monedas más volátiles del mundo real se mueven tanto.
En pocas palabras: no sirven más que para acumular riqueza. Riqueza que, por cierto, está en manos de unos pocos que si se deshicieran de sus carteras tronarían el mercado.
Y no es que no hayan intentado encontrarle algún valor al “cripto”. Ahí están los NFT, los non-fungible tokens, que plantean ser objetos únicos e irrepetibles cuyo fin es sustituir al mercado del arte. No obstante, los NFT también han perdido valor e interés: ¿de qué sirve tener un dibujo de un chango?
O ahora las DAO, las “decentralized autonomous organizations”, u organizaciones autónomas descentralizadas. Las DAO, como su nombre dice, son colectivos autónomos que se crean con un fin específico. ¿Cuál? Son muy variados. Por ejemplo, hace unos meses se creó “ConstitutionDAO”, una organización que reunió fondos para comprar, vía subasta, uno de los primeros ejemplares de la Constitución de Estados Unidos.
No sólo no lograron comprarla, sino que en sus mensajes internos se pudo ver que varios miembros de “ConstitutionDAO” pensaban que por tener un documento original podían cambiar la Constitución misma –cual ciencia ficción o película de Harry Potter–.
Ahora, con la decisión de la Corte Suprema de EEUU que revierte el precedente que permitía el aborto en ese país, hay nuevas DAOs que buscan ayudar a que mujeres puedan tener abortos seguros en lugares donde se permite. ¿Cómo? No queda claro, porque lo práctico sigue estando alejado del mundo cripto. Se junta dinero y luego… no se sabe qué hacer con él.
Nadie –o bueno, al menos quien esto escribe– está en contra de buscar innovación y de utilizar la tecnología para avanzar a la sociedad. Al contrario: mientras más podamos resolver problemas del mundo real –acceso a agua y comida, por ejemplo–, más escépticos cambiarán de bando.
Pero como diría el Cochiloco, una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa. No porque algo venga envuelto en tecnología quiere decir que a fuerza sea útil.
Especulen lo que quieran, pero no nos digan que están salvando al mundo.
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