Muy de moda está en estos tiempos la comparación entre presidentes: necesitamos referentes históricos y globales para intentar comprender qué es lo que ocurre en nuestro país. Si el presidente se asemeja a otro jefe de gobierno, quizás podamos comprender la ruta que seguirá su gobierno. Muchas veces se hace con calzador, otras no tanto. Pero es común, al menos en nuestra conversación pública, comparar al presidente de México con un sinfín de contrapartes autoritarias que gobiernan en el resto del mundo, o que lo hicieron en décadas recientes ¿Cuántas veces no hemos escuchado que el inquilino de Palacio Nacional es el heredero de Hugo Chávez?

Quienes miran hacia Europa mencionan a Viktor Órban, como referente. El presidente de Hungría se ha encargado de demoler las instituciones independientes de su país; la joya de la corona fue cuando destrozó al Poder Judicial para instaurar lo que se conoce como “democracia iliberal”. Otro que se menciona mucho es Recep Tayyip Erdoğan, el líder turco que se encamina a destruir el Estado laico en su país.

Algunos hemos –quien esto escribe aquí se incluye– volteado la mirada a Estados Unidos y hemos encontrado rasgos similares con Donald Trump. Porque, al menos en términos discursivos, el mensaje se parece.

Sin embargo, en ningún caso podemos hablar de clones o calcas: si bien hay elementos en común entre la peña presidencial mundial, no es que el nuestro imite al pie de la letra el estilo de gobernar de sus homólogos.

Ahora bien, algo que no se ha hecho –quizás porque el grupo a tratar aún es incipiente, o porque el discurso público lo domina el gobierno y sus huestes– es intentar encontrar paralelos de la oposición nacional con la de otros países.

En concreto, dado que en el mundillo partidista no se atina a elaborar una idea medianamente coherente, es necesario comenzar a hablar –y de forma seria– de FRENAAA, el “Frente Nacional AntiAmlo”, como se autodenomina.

Esto por un sencillo motivo: nos guste o no –personalmente, a quien esto escribe FRENAAA le parece una absoluta aberración– es la única propuesta alterna al gobierno actual. Y, por eso mismo, es que se les debe tomar en cuenta. Conforme avance el tiempo y se acerquen los períodos electorales, tanto el del próximo año como el de 2024, causas como ésta ganarán más adeptos.

Pero, ¿qué es FRENAAA? Al igual que con el presidente, no se puede decir con certidumbre inquebrantable que FRENAAA sea el clon de algo, porque no lo es. A diferencia de esos grupúsculos que el año pasado y antepasado se hicieron llamar “chalecos amarillos”, aquí la identidad es otra: los “chalecos amarillos” copiaron el nombre del movimiento popular francés, cuando con absoluta claridad el movimiento mexicano era todo menos popular. FRENAAA, como su nombre no tan involuntariamente lo dice, busca detener al presidente. No avanzar una causa, no cambiarle el rumbo. Detenerlo a secas.

¿A qué grupo se parece éste? Quizás, con obvias salvedades, su símil más cercano sea a la oposición que ahora ha tomado el poder en Brasil. Valores católicos, discurso rabioso en contra del comunismo –lo que sea que esto les signifique–, y libertarismo como respuesta.

En eso también parecen estadunidenses de aquellos que conformaban el Tea Party, el precursor republicano del trumpismo de hoy: conservadurismo fiscal duro, y un gobierno pequeño, minúsculo, que no se entrometa en temas personales.

Pero, sobre todo, la idea que más permea a estos tres grupos es la de que el presidente es un empleado y los ciudadanos sus jefes. Eso es lo que más resuena y lo que más promueve FRENAAA: la democracia como una empresa donde el ciudadano debe estar en control, y debe maltratar al empleado como lo maltrata cualquier jefe de la industria privada. El capitalismo bestial hecho política.

Ideas como éstas, extremas tal cual son, pueden ganar tracción a pasos agigantados. El fin de semana en el Zócalo de la Ciudad de México ni de chiste vimos a las 150,000 personas que presumió FRENAAA, pero sí varias decenas de miles. Para ser un movimiento cuasiespontáneo y reciente, números como esos deberían de ponernos a reflexionar a quienes participamos en la conversación pública. Porque la política, así nos saque de nuestro monotema presidencial, trasciende al gobierno.

Colofón

Eso sí, no deja de ser irónico que FRENAAA y el gobierno tengan en común mucho más de lo que creen. El presidente tampoco quiere un gobierno grande, quiere uno pequeño. Quiere transferencias directas, no estructuras que las controlen. Quiere el regreso de los valores religiosos a la vida pública, y en materia fiscal es tan conservador como ellos.

Pero hay un pequeño detalle que hará que FRENAAA aborrezca siempre al presidente: él es alguien que dice “dijistes”, o “fuistes”.

Para quienes erigen tiendas de campaña de marca a la plancha del Zócalo, para quienes tienen guaruras cuidando sus pertenencias y a trabajadoras domésticas llevándoles alimentos, eso es anatema.

Porque en el fondo, uno de los elementos torales de este tipo de movimientos son su clasismo y su racismo.

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