Ernesto Hermosillo Seyffert

Rumbo a la eficiencia alimentaria, el verdadero reto

04/11/2021 |04:15
Redacción El Universal
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El crecimiento de la pobreza alimentaria en algunos países del continente entre ellos, México, ha puesto de nuevo sobre la mesa la efectividad de las estrategias implementadas para combatirla y en un futuro erradicarla.

El Plan Nacional de Desarrollo 2019-2024 señala que el sector agropecuario y pesquero-acuícola requieren de una política pública integral y transversal que contribuya a la autosuficiencia alimentaria y al rescate del campo. Por su parte, el Programa Sectorial de Agricultura y Desarrollo Rural 2020-2024 delinea las políticas públicas que buscan alcanzar la autosuficiencia alimentaria.

Resulta innegable reconocer que, durante muchos años, México ha sido dependiente de la importación de algunos productos básicos como el maíz, arroz, trigo y soya, entre otros.

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Incrementar la productividad agrícola siempre debe ser una meta para gobierno, sector privado y productores, ya que un campo mexicano fuerte y productivo traerá beneficios para todo el país. Sin embargo, pensar que el incremento de la productividad debe ir de la mano de la disminución de las importaciones de alimentos básicos es poco realista. ¿Es realmente la autosuficiencia alimentaria un objetivo que debemos perseguir para garantizar el derecho a una alimentación nutritiva, suficiente y de calidad para todos los mexicanos?

Para construir una respuesta clara resulta indispensable analizar con detalle algunas variables de tipo económicas, políticas, tecnológicas y por supuesto, demográficas.

En lo que se refiere a las variables económicas, debemos de considerar los insumos, costos de gas, energía, fletes y financiamiento -o falta de este- hacia los productores. Las variables políticas son complejas y abarcan las normas y legislaciones, los procesos burocráticos, así como los diferentes programas de apoyo por parte del gobierno. En cuanto a las variables tecnológicas encontramos la calidad genética de alimento y animales (ejemplo: conversión alimenticia y ganancia de peso, entre otros), mejores prácticas de producción (investigación e innovación), acceso a equipo y maquinaria, así como el costo de implementar medidas sanitarias que ayudan a combatir plagas y enfermedades existentes en el país. Por último, debemos considerar las variables demográficas, como la extensión de tierra disponible para cultivar, las condiciones climáticas, los fenómenos naturales, sequías y acceso al agua además de la constante amenaza de enfermedades no existentes en el país o región.

Todas estas variables juegan un papel determinante en la viabilidad de los esfuerzos para lograr la llamada autosuficiencia alimentaria. Me inclino a pensar que el verdadero reto que enfrentamos todos los actores involucrados en el sector de alimentos -agricultores, productores, distribuidores, industria y por supuesto, autoridades- es, en realidad, el de la eficiencia alimentaria.

Eficiencia alimentaria en su sentido más amplio significa que todos los mexicanos podamos acceder a una alimentación completa, disponible, de calidad y asequible (precios que sean accesibles para todos los bolsillos). Esto debe ser en sí, el resultado de que todas las variables antes descritas se manejen de manera óptima y eficiente para que realmente ayuden a disminuir la pobreza alimentaria.

Cada país o región tienen su propia vocación determinada por circunstancias particulares. Hoy más que nunca, resulta prioritario tener claridad sobre nuestras capacidades locales, regionales y nacionales con miras a lograr una verdadera competitividad con sentido social.

El sector privado tiene un papel fundamental en el combate a la escasez de alimentos y que lo producido sean alimentos de calidad y asequibles a cada vez más personas. Nuestro objetivo es que más familias mexicanas puedan alimentarse adecuadamente, independientemente del lugar del país o del mundo en que se hayan cosechado o criado los insumos para su mesa.

Pero también el sector privado tiene un compromiso con los productores nacionales, de impulsarlos para tener acceso a las mejores tecnologías y herramientas para hacer más productivo y competitivo al campo mexicano; no sólo para que los mexicanos consumamos más productos nacionales, sino que estos, a su vez, aumenten su presencia en otros países del mundo.

Lo anterior nos llevará a pensar en producir, de la manera más eficiente y sustentable, alimentos no sólo para los mexicanos sino para todo el mundo.

El reto no es menor, pero debemos empezar a construir las bases para impulsar al campo mexicano con miras a lograr una importante eficiencia alimentaria y con ello, la también mencionada por otros autores, seguridad alimentaria.

Presidente del Consejo Mexicano de la Carne