El aumento a la inflación se ha vuelto un tema recurrente en nuestras conversaciones cotidianas. Pero este, no solo es un tema nos ocupe exclusivamente a los mexicanos, para bien o para mal, es una preocupación global, compartida incluso por las economías más desarrolladas como lo podemos apreciar en el caso de los Estados Unidos.

La industria internacional de alimentos se encuentra en alerta debido a que en los últimos meses los costos mundiales de la comida se han disparado, extendiendo su rumbo hacia indicadores más altos y agregando mayor presión sobre consumidores, productores y Gobiernos.

Recientemente, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) dio a conocer que su índice de precios de los alimentos se situó en noviembre de 2021 en un promedio de 134,4 puntos, es decir 28,8 puntos (un 27,3 %) más que en noviembre de 2020. El último aumento representó la cuarta subida mensual consecutiva del valor del índice, que alcanzó su nivel más elevado desde junio de 2011 (https://www.fao.org/worldfoodsituation/foodpricesindex/es/ ).

Factores como el incremento en los costos de los fletes y contenedores de cara a una paulatina puesta en marcha de las actividades económicas, así como el incremento en el precio del gas natural, contribuyeron al alza de los precios en los alimentos. Este año, los efectos negativos del cambio climático impactaron la actividad agrícola en todo el mundo y la escasez de mano de obra debido a la pandemia, ha afectado la cadena de suministro de alimentos desde el campo hasta la mesa de millones de hogares en el mundo.

En nuestro país, el INEGI informó que, en noviembre del 2021, el Índice Nacional de Precios al Consumidor (INPC) aumentó 1.14%, y la inflación anual llegó a 7.37%. Los precios al consumidor alcanzaron su mayor nivel desde inicios del 2001.

El aumento en los precios de la proteína cárnica, así como en otros productos de primera necesidad, no sólo obedecen al abandono de las actividades agropecuarias por falta de incentivos fiscales y económicos, sino también a la falta de acceso a financiamientos y programas de capacitación. Factores adicionales como la inseguridad en ciertas zonas productivas del país inciden negativamente y tienden a mermar la eficiencia y la productividad.

Hasta ahora, el sector productor agroalimentario en México ha realizado importantes esfuerzos para contener, en la medida de lo posible, el efecto inflacionario por el que atravesamos, con el firme propósito de no afectar a las familias mexicanas, en especial a aquellas de menores ingresos. Gracias a la eficiencia en sus procesos, la industria nacional de carnes busca absorber el alza del 12 al 15% en el precio internacional de cárnicos.

El problema de la inflación y el incremento de precios es un asunto complejo, con múltiples ejes que se interrelacionan transversalmente. Algunas de las variables mencionadas en este texto forman parte una dinámica global en la que tenemos poca injerencia. No obstante, en lo local, el horizonte de posibilidades para incidir es mucho más amplio.

Existen frentes que debemos atender inmediatamente, con determinación y de manera coordinada: aumentar nuestra capacidad y eficiencia en la producción; fortalecer la cadena de valor; robustecer nuestro sistema de proveeduría nacional; fomentar un clima favorable para la inversión que avale el estado de derecho y genere certidumbre; generar incentivos fiscales para el desarrollo del campo y por supuesto, provocar el intercambio científico y tecnológico que permita el acceso al uso de nuevas tecnologías. Generando sinergias y sumando voluntades entre productores, industria y gobierno podremos lograrlo.

El compromiso, aquí y ahora, es de todos.

Presidente del Consejo Mexicano de la Carne

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