Hablar de don Javier Capetillo, es hablar de un hombre lleno de vida, sabiduría, alegría, pero también con muchos dolores. Al final de sus días, se fue repleto de amor, el incondicional amor de su familia, pero también abandonado y traicionado por parte del mundo del boxeo.
El jueves 3 de agosto, estaba transmitiendo en vivo el programa “No Puedes Jugar Boxeo”, cuando recibí un texto de esos que uno no quiere recibir. Provenía de mi querido amigo Javier Capetillo Jr.
“Buenas tardes, Amador. Te quisiera avisar que mi viejo está muy delicado y hoy, mañana o pasado puede parar su corazón. No sé si le pudieras avisar a Jorge Maromero [Páez] y gracias por todo”.
Si bien, don Javier Capetillo siempre tuvo un inmenso dolor por el tema del vendaje de Antonio Margarito, su buen humor, sus ganas de vivir y sus muy mexicanos albures, eclipsaban el dolor y daban lugar a la luz y la alegría de ver a su hijo Javier crecer como entrenador. Literalmente, le brillaban los ojos en el gimnasio al ver a su junior trabajar.
Comparto una charla privada que tuvimos don Javier y yo:
“Cuando yo me muera, te pido les digas que me voy tranquilo. Nunca hice trampa y esto te lo juro ante el amor a mi esposa, con la que llevo más de 50 años. Ella sabe que nunca hice lo que dijeron que hice. A ella, mi pareja de toda la vida, no le podría mentir”.
En lo personal, y sobre todo por esa charla privada que ventilo con la autorización previa de don Javier, no me queda otra que creerle, pero desafortunadamente para él, gran parte del boxeo no le creyó.
Su primer campeón del mundo fue Julio César Navajo Borboa, pero no podemos olvidar al Maromero Páez, quien —por cierto— se encuentra destrozado por la triste noticia. Otro notable peleador es El Tornado de Tijuana Antonio Margarito. Capetillo también trabajó con dos de la dinastía de los Arce, Panchito y El Travieso. Para Panchito Arce, don Javier fue literalmente como un padre.
Los Arce lo definen como un hombre de un carácter sumamente fuerte y, a la vez, muy tierno. Me contaron que nunca les aguantó alguna indisciplina y les advirtió que, si no les gustaba su manera de entrenar, que se fueran derechito al carajo; de hecho, El Travieso se coronó nuevamente de la mano de don Javier.
Desafortunadamente, Antonio Margarito llegó 15 minutos después de que falleciera don Javier, pero ante su cuerpo dijo lo siguiente: “Gracias por todo, don Javier”.
Don Javier también trabajó con Giovanni Segura, Miguel Títere Vázquez, El Chino Isidro García, Brigitte Riley, Alejandro Cobrita González y Soto Karass, entre otros.
Don Javier, oriundo de Guadalajara, nunca olvidó sus raíces, pues cada que visitaba la Perla Tapatía, disfrutaba de ir al vapor, las tortas ahogadas, una buena birria, un pozole, un menudo acompañado de una Coca Cola bien fría y —en cuanto a la música— don Vicente Fernández era de sus consentidos, pero hay una canción en especial que él disfrutaba y tarareaba siempre, con dedicatoria a su esposa. La de Leonardo Favio llamada “Hoy corté una flor:
Hoy, hoy corté una flor
Y llovía y llovía
Esperando a mi amor
Y llovía y llovía
Javier Capetillo Jr. me dijo que lo va a recordar eternamente así:
“Mi padre era un hombre muy trabajador, un hombre que nunca tuvo miedo de decir la verdad; cariñoso, pero de carácter firme. Un hombre que nunca se rindió, a pesar de las grandes adversidades que le presentó la vida, pero —sobre todo— mi padre fue un hombre temeroso y respetuoso de Dios, al que siempre tuvo en su esquina”.
Se fue de este plano mi gran amigo don Javier Capetillo. Sólo él sabe los dolores y alegrías que se lleva al cielo; sin embargo, el mundo del boxeo hoy debe reconocer la grandiosa carrera de un mexicano que dejó un legado digno de Salón de la Fama. No me queda la menor duda de que, en tierras californianas, donde don Javier dejó de existir, la semilla que él sembró seguirá viva a través de su hijo Javier Capetillo, quien está llamado a seguir escribiendo gloria para la dinastía.
Un abrazo hasta el cielo, don Cape. General, amigo.
@ErnestoAmador