Nunca olvidaré aquel otoño de 1981 cuando Fernando Valenzuela nos hizo sentir campeones del mundo a todos los mexicanos y también a un nicaragüense llamado Tito Arístides Amador Durán, el gran doctor Amador, mi padre, mismo que me enseñó a amar al boxeo y al béisbol, sí, soy enormemente afortunado de haber vivido la Fernandomanía al lado de mi padre y seguramente desde entonces me tatué en el corazón a la franquicia de los Dodgers de Los Angeles.
Fernando Valenzuela, Hugo Sánchez y Julio César Chávez sin duda alguna, son las tres estrellas más grandes del deporte mexicano, literalmente paralizaban a México y seguramente ni perros había en las calles cuando lanzaba Valenzuela, cuando jugaba Hugo y cuando peleaba Julio.
¿Quién en los ochentas en México no quiso pichar como Fernando, hacer una chilena al estilo de Hugo y conectar un gancho al hígado a la Chávez? ¡Todos soñamos y jugamos emulando a nuestros héroes deportivos!
Con tan sólo 63 años Valenzuela dejó este plano, dejando un hueco imposible de llenar, Fernando más allá de los números y campeonatos, logró impactar al mundo entero, pues un chamaco que provenía de la extrema pobreza conquistó el corazón del mundo entero, todo debido al gran corazón que tenía el “Toro de Etchohuaquila”.
El fenómeno de Fernando Valenzuela fue deportivo y social, pero estrictamente hablando de lo social, el sonorense le inyectó un espíritu ganador a la comunidad mexicana en los Estados Unidos, con cada lanzamiento los hacía ganar confianza, y, sin temor a equivocarme, Valenzuela logró que los mexicanos en Los Angeles y todos los Estados Unidos fueran respetados por el mensaje de que podíamos ser exitosos en todo terreno y en toda actividad, Fernando literalmente le cambió la vida a la comunidad mexicana acá de este lado, no olvidemos que el oriundo de Sonora, México llegó a los Estados Unidos sin saber una sola palabra de inglés y aún así derribo muros, por cierto, muros de los difíciles de derribar.
Hace 43 años Fernando y compañía vencieron a los poderosos Yankees de Nueva York y es innegable que ese tercer juego que ganó Fernando pichándolo completamente, le inyectó a los Dodgers el espíritu de ganador, ese que llevó a Fernando Valenzuela al salón de la fama de los aficionados, porque seguramente en el salón de la fama de todos y cada uno de los que vivimos la Fernandomanía está inmortalizado nuestro “Toro” Valenzuela, en Cooperstown, NY alegarán que los números no le alcanzan a al legendario #34 para ser inmortalizado, yo les digo a todos esos ciegos del salón de la fama lo siguiente: ¡Al béisbol mundial y a ustedes no les alcanzará para pagarle a Fernando Valenzuela todo lo que hizo por el béisbol!
Y si ser el novato del año y ganar el Cy Young en la misma temporada no es suficiente, no importa, seguramente Dios tendrá entre sus consentidos al gran Fernando Valenzuela y ciertamente hoy el cielo está de fiesta pues les llegó el mejor refuerzo… Fernando, el mejor beisbolista de México de todos los tiempos.
Alcemos los ojos apuntando al cielo, como lo hacía nuestro paisano el sonorense que a sus 20 años conquistó al mundo entero y enviemos una sonrisa de agradecimiento al legendario #34.