Es una sensación especial despedirse de alguien con quien se ha compartido tanto en términos personales y políticos, con quien se ha caminado durante una buena parte de la edad adulta y con todo empeño por rutas inexploradas, hombro con hombro, construyendo un Proyecto cuyo centro es la materialización de un país con justicia para quienes menos tienen; para las y los discriminados y expoliados a quienes sólo se les ha permitido conservar su pobreza y un puñado de libertad.

Durante el arduo trayecto, Andrés Manuel López Obrador nos mostró a todas y todos quienes le acompañamos, un férreo tesón, una inteligencia fresca, singular e imaginativa con la cual nos alentó a atravesar cada obstáculo (que los hubo por montones), cada agravio, cada embate y ofensa, recordándonos siempre que el proyecto estaba bien arraigado en nuestras tradiciones mexicanas, como un faro de luz, que a veces pareció alejarse.

La tristeza no se puede ocultar; tampoco la nostalgia.

Desde los años compartidos en el Gobierno del entonces Distrito Federal, hasta su llegada a la Presidencia de la República, pasando por el duro golpe y pasmo consecuente que nos dejó el 2006, cuando arteramente nos robaron las elecciones a la Presidencia y los seis terribles años posteriores que vivimos, cuyas consecuencias seguimos padeciendo; después, el nuevo trago amargo de 2012.

Pero, México estaba cambiando y para el 2018, por fin llegamos juntos y mediante 30 millones de votos a favor, a hacer realidad el Proyecto. Hoy, seis años después, la vitalidad de nuestro país no deja de crecer; nueve millones de personas han salido de la pobreza, múltiples obras se han construido incentivando las comunicaciones, modernizando distritos de riego, promoviendo el turismo, rescatando de la incuria al sector salud, apoyando económicamente a los sectores más vulnerables de nuestra sociedad; todo, con el fin de promover el desarrollo de la economía y la productividad.

O qué decir del rescate de la memoria histórica, la dignificación de los pueblos originarios y los adultos mayores, además de promover el orgullo por nuestra vasta y compleja cultura mexicana.

Ha sido un viaje muy interesante; muy intenso, satisfactorio y aleccionador. Desde los remotos inicios junto a Andrés Manuel, hasta hoy que deja la Presidencia de la República en las mejores manos, hemos sido partícipes de un periodo brillante en la Historia de México. Tanto todas y todos los que lo acompañamos en el largo trayecto, hasta quienes lo atacaron, menospreciaron e insultaron, debemos de saber que hemos vivido juntas y juntos tiempos históricos, de construcción, de rescate, de amor y orgullo nacionales. En resumen, hemos sido partícipes del desarrollo del Humanismo Mexicano.

Mi admiración y cariño al político y compañero.

¡Hasta siempre, presidente!

Ahora inicia el tiempo de nuestra presidenta, Claudia Sheinbaum Pardo. Es momento de consolidación; el reto es grande, pero la capacidad de nuestro Movimiento, bajo su liderazgo, están más que a la altura del mismo.

De mi parte, toda mi capacidad, experiencia y respaldo están incondicionalmente con ella y con el gran futuro que se abre para nuestro México, porque por el bien de todas y todos, primero los pobres.

Senadora con licencia

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