La semana pasada tuvimos la oportunidad única de presenciar un hecho trascendental: la Dra. Claudia Sheinbaum recibió su constancia como la primera Presidenta electa de México.
Es imposible no hacer un recuento de todo lo que debió pasar para que una mujer finalmente llegara al más alto cargo de nuestro país.
Durante el primer tercio del siglo XX, la sociedad mexicana se encontraba sujeta a las normas y obligaciones impuestas por la iglesia católica, donde el papel de la mujer se reducía a mantener la cohesión del núcleo familiar. El patriarcado de entonces pensaba que se corría el riesgo de que la mujer, al interesarse por asuntos políticos, podría desatender la institución familiar propiciando así la alteración del orden social. Al negar el sufragio a las mujeres por una supuesta falta de razonamiento y objetividad, se daba por hecho no solo que las mujeres estaban completamente influenciadas por la religión, sino que al otorgarles ese derecho se correría el riesgo de generar una peligrosa oposición al ideal revolucionario.
De esta manera, en el histórico año 1917 el Congreso Constituyente reconocía en el artículo 123 la igualdad de género en las relaciones laborales; no obstante, en el artículo 34 nos negaba la calidad de ciudadanas y con ello, el derecho al voto y a ser votadas.
Tiempo después, en 1937, el Frente Único pro Derechos de la Mujer creó el Consejo Nacional del Sufragio Femenino, con el cual centró sus trabajos en la exigencia del voto femenino; en atención a ello, el presidente Cárdenas enviaría el decreto para modificar el artículo 34, y aunque las condiciones parecían propicias, la Declaratoria nunca fue promulgada.
En la década de los 40, aún existía en el país una población masculina con una mentalidad machista extremadamente conservadora y temerosa de la independencia de las mujeres, por lo que no podía aceptar su acceso al voto. Pero con la publicación en 1945 de la Carta Fundacional de la ONU, que señala que su razón fundamental de existir es la igualdad de derechos de mujeres y hombres, esto daría un nuevo impulso a la lucha por el sufragio femenino.
Así, el 12 de febrero de 1947 se publicó en el Diario Oficial de la Federación (DOF) el Decreto que modifica el artículo 115 donde se dice que: “En las elecciones municipales participarán las mujeres, en igualdad de condición que los varones, con el derecho de votar y ser votadas”.
Pero fue necesario esperar hasta el 17 de octubre de 1953, cuando el presidente Ruiz Cortines, enviaría al Congreso el Decreto para reformar el artículo 34 de la Constitución en donde se reconoce la igualdad de derechos de la mujer frente al hombre.
Finalmente, hasta 1974 se reformaría el artículo 4° Constitucional, donde claramente se expresa que: “El varón y la mujer son iguales ante la Ley”.
Esta última, al fin, iguala jurídicamente a la mujer con el hombre.
El 15 de agosto pasado cerramos una larga, fatigosa lucha que millones de mujeres mexicanas de ayer y de hoy emprendimos; finalmente y con mucho orgullo, una mujer llega democráticamente y por votación histórica, a ser electa la primera Presidenta de México.
La doctora Claudia Sheinbaum es sin duda, la mejor noticia para la transformación y la lucha por la justicia que tanto anhelamos.