El pasado 8 de enero una minoría de legisladores del bloque opositor impidió mi ratificación al frente de la Fiscalía.
A esta minoría la une su defensa de la impunidad como un privilegio; se agrupó por complicidades para protegerse a sí mismos queriendo burlar la justicia. Esa minoría se decantó por la corrupción como un derecho político, como su plataforma programática y propuesta política.
Por ello era indispensable dar esa batalla, porque sabíamos a quiénes enfrentábamos y porque la gente debe saber quién está de cada lado, pues la procuración de justicia es un asunto de la mayor trascendencia social.
Recién vimos cómo los partidos de oposición negocian posiciones de poder y dinero, utilizando la participación de la ciudadanía en las urnas para beneficios propios; burlándose de quienes votaron por proyectos de gobierno. Esta fue la misma estrategia que quisieron utilizar para mi ratificación. Yo jamás traicionaría al pueblo y mis convicciones; tampoco sería justo para la Ciudad un retroceso en el quehacer político.
Me honra el respaldo que obtuve de la mayoría del congreso; 62% de sus integrantes, 23 legisladoras y 18 legisladores, se pusieron del lado de la justicia.
También al apoyo de colectivas, organizaciones, familiares de víctimas con quienes caminamos juntos durante los cinco años de mi gestión.
Es menester recordar que, a finales del 2018, tiempos en que tomamos posesión de la institución, la Ciudad de México pasaba por su peor momento en temas de seguridad y justicia; ese fue el año en que más delitos se cometieron en toda la historia de la Ciudad. Las autoridades de entonces negaban la existencia de fenómenos criminales, omitían investigar y reclasificaban delitos graves para cuidar la estadística; encontramos también, una policía carente de espíritu de cuerpo, corrompida por una deficiente gestión institucional y con el ejemplo de sus mandos actuando fuera de la ley.
Había opacidad, corrupción, ineficiencia, malos tratos, enormes tiempos de espera, negligencia, filtraciones, fabricación de culpables, uso habitual de tortura; estas eran sólo algunas de las múltiples prácticas corruptas de una procuraduría que se había quedado atrás, anclada a viejas prácticas y detenida en el tiempo.
Desde el inicio, combatir la corrupción interna y remediar la mala atención a las víctimas se convirtieron en tareas urgentes, pero también establecer los pilares para la necesaria transformación institucional que permitiera el desarrollo de nuestro plan de política criminal.
Este fue nuestro punto de partida.
Con orgullo puedo decir que la creación de la Fiscalía General de Justicia de la Ciudad de México, representó la oportunidad para construir una institución profesional y moderna, generando un cambio profundo y sin retorno, con ello se ha demostrado que SI es posible transformar esta institución
Agradezco el invaluable apoyo de todas las personas que integran la Fiscalía que en su inmensa mayoría se sumaron con entusiasmo a esta noble tarea institucional a fin de atender de la mejor manera a la gente que acude a la Institución.
Ahora, como ciudadana sin cargo, seguiré luchando porque en nuestra Ciudad la Justicia sea una prioridad.