El pasado día 21 de marzo conmemoramos 218 años del natalicio del presidente Benito Juárez García, quien entre 1858 y 1872, promulgó el ideario liberal, dictando leyes para hacer efectiva la reforma agraria, la libertad de prensa, la separación entre la Iglesia y el Estado y la sumisión del ejército a la autoridad civil; además de enfrentar con éxito la Intervención Francesa y el Segundo Imperio, preservando la soberanía e independencia de México. Como el gran estadista que fue, nos dio también ejemplo del valor de la honradez en la administración pública.
Pero, dos siglos después ¿qué ha sido de nuestra Nación?
Partamos del año 1982 cuando se nos impuso un sistema de gobierno cuya influencia directa venía de los gobiernos de EU y de la Gran Bretaña. Ese sistema llamado “neoliberal”, consistía y consiste aún, en una ideología política y económica que supuestamente da libertad plena a la iniciativa privada y al mercado para que, con casi nula participación gubernamental, ‘las manos invisibles’ de aquel regulen con su ‘sabiduría’ la economía en beneficio de toda la sociedad.
El modelo fue implementado a detalle en 1988, luego de que un grupo de jovenes tecnócratas formados en universidades estadounidenses se encaramaran a la Presidencia a pesar de la mayoritaria oposición del pueblo de México y mediante un desvergonzado fraude electoral. Posteriormente, en 2000, el mismo pueblo equivocadamente llevaría al poder a otro que resultó ser un traidor a la democracia y después, mediante dos fraudes electorales más, en 2006 y en 2012, se dio continuidad a la pesadilla.
Hoy, treinta y seis años después, en lugar de la eficiencia y el desarrollo que prometía para el país, el neoliberalismo muestra evidencias escandalosas de decadencia con una desmedida acumulación de riqueza en muy pocas manos (todas ligadas al poder); un enorme aumento de la pobreza; la precarización del trabajo; desempleo; la aparición de una delincuencia organizada y el incremento monstruoso de la inseguridad y la violencia.
El modelo, junto con sus promotores e ideólogos, había terminado por convertirse en un corrupto sistema que hizo del gobierno un gestor de negocios al servicio de especuladores, traficantes de influencias, políticos, legisladores y jueces corruptos que, en contubernio con particulares y empresas nacionales o extranjeras, se habían repartido la riqueza que anteriormente era común.
En 2018, cuarenta años después de la implantación del régimen neoliberal, cuando la gran mayoría de la sociedad mexicana se hundía en una inexorable decadencia económica, política y social que, en muchas regiones del país era ya de una franca ingobernabilidad, el pueblo finalmente dijo ¡Basta!
Ahora, a sólo cinco años del cambio, se han corregido desbalances; se han detectado y combatido redes de corrupción; se han contenido las condiciones de pobreza e inseguridad heredadas y se ha administrado con honradez el presupuesto que es de todas y todos.
Pero falta mucho para terminar con el modelo rapaz, desastroso para el medio ambiente y promotor activo de corrupción y acercamos al México equitativo y justo que necesitamos para todas y todos y para las generaciones por venir.
Por ello, la lucha sigue.