El gobierno de Biden dio un paso adelante en materia migratoria: anunció que pondrá fin al programa “Quédate en México”, impuesto por el gobierno de Trump y aceptado por México que obligaba a los solicitantes de asilo a permanecer en México hasta que se resolviera positiva o negativamente su solicitud, lo que habitualmente tardaba alrededor de un año (infernal y peligroso), afectando seriamente a los migrantes, así como a la frontera y a las ciudades entre los dos países. Se informó que, en los próximos días, se dará información adicional a los solicitantes de asilo sobre el desarrollo del nuevo procedimiento.
Durante largo tiempo esa política, aceptada por México, ha tenido un costo enorme que pagarán los solicitantes de asilo. El muro fronterizo cuya construcción fue detenida desde el primer día del gobierno de Joe Biden. Ambas políticas han sido una carga simbólica del nativismo y la exclusión a ultranza. El gobierno del presidente Barack Obama había construido 128 millas de muro, y para no hacer la historia larga, los muros y los bloqueos fronterizos para detener la migración iniciaron en el gobierno del presidente Bill Clinton.
La migración de México y Centroamérica hacia EU ha alcanzado el nivel más alto de su historia. La migración de mexicanos con anterioridad se había estabilizado hasta llegar a equilibrarse, de manera que eran más los que regresaban a México que los que migraban hacia Estados Unidos, pero eso terminó hace ya algunos años, en que se fortaleció nuevamente.
México, hoy más que nunca necesita definir lo que persigue en materia migratoria; no puede darse el lujo de continuar con la “política de no tener política”. La migración va a continuar lo mismo desde México, que desde Centroamérica y otros países. El nuestro es el país que debe tomar la delantera en relación con la política migratoria hacia Estados Unidos. La situación por la que atravesamos es compleja y definirá una parte importante de nuestro futuro. Es vital entender la complejidad y dimensión del fenómeno que continuará creciendo. Falta construir un consenso nacional para impulsar una política migratoria propia, en vez de obedecer (Trump) o esperar a que Estados Unidos tome las decisiones. La política migratoria de México es un asunto principalísimo de política interna y también de política exterior. El mundo de hoy y de los próximos años continuará con migraciones crecientes en el continente y en el mundo.
No sabemos si sería posible una política migratoria bilateral con Estados Unidos, pero lo que sí sabemos es que México requiere una política migratoria frente a la complejidad y dimensión del fenómeno migratorio, basado en el interés y el consenso nacional. ¿A cuántos millones ascenderá el flujo migratorio en los próximos años, desde México y desde Centroamérica en los próximos años? Rodolfo Tuirán lo advertía desde hace años.
Ningún barco puede navegar sin capitán, sin brújula y sin rumbo. Ningún país puede hacerlo, sin arriesgar su presente y su futuro. Y como la frontera de México tiene dos lados, habría que interrogarnos si es posible construir una política bilateral, con objetivos bilateralmente construidos y políticas de corto y largo plazos. Los mexicanos ¿podemos tener una mirada binacional? ¿Puede existir una interacción cultural? ¿El factor mexicano puede ser parte de la reforma migratoria de Estados Unidos? Como decía Demetrios G. Papademetriou, del Centro de Estudios Comparados de Inmigación de la Universidad de California: “Otro camino es posible”. ¿O nos dejaremos llevar por el unilateralismo? México no puede navegar sin política migratoria.