1.La plaga de sangre. El agua del Nilo y de todos sus canales y pozos se convirtió en sangre. Apestaba el agua y los peces cayeron uno a uno. Fue una plaga dura, y más por cuanto que el río era adorado por los egipcios como dios. La destrucción de la pesca fue una catástrofe y por ello Faraón endureció su corazón (Éx. 7:14-25). 2. Las ranas. En sus camas, mesas, hornos y artesas la tierra se vio invadida por ellas. Sin embargo, la presencia de las ranas era tan molesta que Faraón llamó a Moisés para rogarle que pidiera al Señor que las sacara del país: dejaría salir al pueblo de Israel de Egipto. Las ranas murieron, y fueron recogidas en grandes montones. Al verse aliviado, Faraón endureció su corazón, y no permitió que el pueblo saliera de Egipto (Éx. 8:1-15). 3. Piojos. El polvo de la tierra se transformó en piojos sobre hombres y animales. Faraón se negó a permitir la salida de los hijos de Israel (Éx. 8:16-19). 4. Moscas. Faraón se sintió tan apremiado por esta plaga que se apresuró a llamar a Moisés, proponiéndole el permiso para ofrecer sus sacrificios, pero en Egipto. (Éx. 8:20-32). 5. La plaga cayó sobre los ganados y sólo los rebaños de los israelitas quedarían exentos. 6. Úlceras. Cayó sobre todos y sin embargo Faraón persistió en su obstinada actitud (Éx. 9:8- 12). 7. Granizo mezclado con fuego. Hay evidencias de que no se trató de un granizo normal el que llovió, porque la antigua tradición judía decía que se trataba de piedras calientes. Es posible que el hecho descrito aquí estuviera relacionado con algún fenómeno cósmico, o que fuera una granizada de una grava procedente de la descomposición de un cometa. Faraón pidió la intercesión de Moisés, pero al cesar el granizo reasumió su anterior actitud (Éx. 9:13-35).

8. Langostas. Moisés amenazó con la plaga de langostas. Los siervos de Faraón advirtieron al monarca que Egipto estaba devastado (Éx. 10:7). Sin embargo, al anunciar Moisés que todo el pueblo iba a irse, junto con todas sus posesiones en ganados y bienes, Faraón se negó nuevamente a permitir su marcha (Éx. 9:1-20). 9. Tinieblas. Hubo densas tinieblas sobre toda la tierra de Egipto, durante tres días. Ninguno vio a su prójimo, ni nadie se levantó de su lugar en tres días; mas todos los hijos de Israel tenían luz en sus moradas (Éx. 10:22, 23). Se trataba de unas tinieblas que se podían sentir, y Faraón llamó a Moisés, dándole autorización para que los israelitas salieran con sus esposas y sus pequeños, pero tenían que dejar tras sí sus rebaños y manadas. Moisés no estuvo de acuerdo: tenían que partir con todo. «No quedará ni una pezuña.» Así iba a ser la redención de Dios. Faraón se enmuinó. 10. Encolerizado. cada vez más el odio en la punta de su lengua de grisáceo reptil tabasqueño, el Faraón implacable, necio, ignorante, testarudo, impedía la huida porque en su locura vanidosa pretendía arrebatarle al pueblo su futuro. 11. Encolerizado y más, roto por dentro, descosida el alma patria, aniquilado su amor por ella, sobrevolaba por los pasillos de palacio como una depredadora langosta en pena, falta de méritos, de autocontensión, demasiado dañina.

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