Sólo venimos a soñar, no es cierto que venimos a vivir sobre la tierra. De pronto salimos del sueño, como yerba en primavera es nuestro ser y nuestro corazón hace nacer las flores y las germina abriendo sus corolas para secarse y luego abrirse en el sueño. Venimos a soñar, a sentir el viento y sus cantos renacidos, el agua de los ríos que vaga en el firmamento, los cielos con nubes pardas llamándonos mientras el horizonte y sus ocres nos esperan. La vida es sueño, no equivoquemos el camino. La vida son esas estrellas temblorosas que nos aguardan llenas de dicha para proseguir. La vida eres tú, que me amas como yo te amo a tí en este otoño feliz de nosotros.

Hijo de Izcóatl, contemporáneo de Nezahualcóyotl, Tochihuitzin es, desde el mundo tepaneca, el autor del recordatorio punzante de los antiguos mexicanos a nuestro tiempo bárbaro, salvaje, donde aprendimos con todos los odios posibles, biliosos y detestables, a dejar de soñar para vivir en la tierra llenándola de muerte, desolación y hastío. Venimos a soñar, pero el mundo muere sin sueños, en medio de la discordia y de la envidia, de los soberbios lances del desastroso poder. Venimos a soñar, pero el mundo perdió el sentido, lo extravió cada día sin remedio, porque la civilización del progreso y la tecnología ha muerto sin más,después de los rigores ingratos de la ingrata pandemia. Venimos a soñar, a crecer, a vivir recreándonos, porque los pueblos como las personas necesitan de la esperanza y de la luz para su historia. Venimos a soñar, pero perdimos el tiempo de desaprender, de tirar por la borda todo ese mundo inmundo que nos dañó porque el coronavirus, como un dios malo o perverso, nos hizo extraviarnos aún más. Porque ahora toca demandarse ¿qué aprendimos? ¿Qué ha sido desde entonces de la salud, de la economía (siempre a espaldas y en demérito de todo) y qué del cuidado de los niños, de la cultura, de la salud mental, de las artes de gobernar que sucumbieron en su imparable ruina? ¿Qué ha sido de la vida, del sentimiento más elevado, del alma de la gente? ¿Qué de los sueños que como nunca el mundo necesita? ¿Por dónde recobrar la senda perdida? Algún día, en alguna parte, responderá Herman Hesse, el hijo de Calw, en el reino de Wurtemrberg. Algún día en otra, en tantas otras partes, por la conversación y la palabra de todos y la fuerza única y bendita de la poesía. Venimos con nuestras mujeres, con nuestros hijos, con todos los hombres de bien, a contradecir. A decir que no, que no estamos de acuerdo con las voces monocordes, autoritarias, cegadoras de la ciudadanía y sus derechos, del derecho a la vida en un mundo de tantos y tantos muertos despreciados. Algún día, en otra y en tantas partes. Algún día. “No acabarán mis flores, / No cesarán mis cantos. / Yo cantor los elevo, / Se reparten / Se esparcen. / Aun cuando las flores se marchitan y se vuelven amarillas, / Serán llevadas allá / Al interior de la casa / Del ave de plumas de oro” (Nezahualcóyotl.) Algún día, en alguna parte, ahí donde nacieron nuestros sueños estaremos para volver a ser. Algún día llenándonos de humanidad y de sol. Algún día de flores, algún día de paz.

Google News

TEMAS RELACIONADOS