México me duele, nos duele hasta el alma. Porque el cuchillo ingrato y letal del rencor, de la división y las miserias, sí, de las miserias políticas que tanto nos han empobrecido en los últimos años, debería habernos movido ya para reflexionar, solidarios, muy juntos, queriéndonos y siempre reunidos por el amor a los nuestros, a lo nuestro, a nuestro país.
Ex México nos duele, nos preocupa, pero ¿tiene sentido seguir pensando o discutiendo al ex país siempre, y por sobre todas las cosas, desde de la imbatible y enganchadora “Mañanera” ?
Enrique Krauze
, intelectual tan llevado y traído, siempre buzo en los asuntos del poder, jamás del contra-poder o de una disidencia no cosmética o mercadológica, acaba de publicar un libro (“Crítica al poder presidencial”, México, Debate, 2021, 252 p.) en el que sugiere, ¡ooootra vez! como lo han venido haciendo él y tantos otros, desde hace mucho tiempo, que el problema de ex México consiste en tener al “gobierno destructor” de ese “déspota electo” que es Andrés Manuel López Obrador. ¿De verdad? ¿Habremos de seguir recayendo en el vicio de tratar de explicar la existencia de esa especie de caos estabilizado que reina en nuestro ex país desde la hipótesis facilona y hasta vulgar de que ex México ha sido, es y será, fatalmente, el “país de un solo hombre”? ¿Qué ha ocurrido y se quiere, se anhela, desde el nuevo país de las mujeres que se anuncia ya como el inicio innegable del porvenir?
México, este país que fue, que ya no es, nos duele y duele, pero llegó el momento de tratar de convertir ese dolor en futuro y en vida y más vida, edificante y creativa, para todos. Y para ello, qué mejor que comenzar por debatir de una manera más franca, documentada y distinta. No presidencialista y sí más abierta, crítica y democrática.
Propongo pensar a México discutiendo la historia de las decadencias, políticas, públicas o colectivas, ideológicas y culturales, que luego de tres décadas, desde Carlos Salinas a Peña Nieto , nos han traído hasta aquí.
Ex México, para ser nuevo o reconstituirse, para seguir, necesita con urgencia de ese compromiso abierto, demasiado ausente, de pensarlo sin predisposiciones o manías.
Pensar a nuestro ex país por fuera de la “Mañanera”, del combate sordo y fiero entre las “corcholatas” de una incómoda y distractora, más que inoportuna y arcaica sucesión presidencial. Analizar por qué y desde cuándo México dejó de ser el mapa de la cornucopia de la eterna abundancia, para transfigurarse, poco a poco, en la cartografía inquietante y desintegradora de todos los crímenes y tráficos posibles que se abaten sobre nuestro ex territorio, junto con muchos otros temas lejanos a la órbita del otrora llamado “Mesías Tropical”, podrían ayudar a explicar lo que pasa para salir de esta suerte de momento ciego en que todo se vuelve reclamo, desprecio, individualismo, odio y rencor.
México, ese entrañable ex país, no puede sacrificar la gran oportunidad de cambiar que se abrió -dígase lo que se diga y pese a las complicaciones, extravíos y desatinos del gobierno- con la llegada a la presidencia de López Obrador.
No puede, no debe.
La responsabilidad es de todos.