Para nuestra queridísima Doctora Alejandra Moreno Toscano.
I. “Los caminos de la vida no son lo que se esperaba…”
El vallenato es fundamental.
El amor, sin duda. La política, de pronto, la grandeza, la miseria o la franca y penosa decadencia, el desfiguro total.
Y el mundo como loco.
En el confín de mi destierro más honroso y creativo, vago al ritmo de la versión ballena vallenata de Los Diablitos en la que el baile se vuelve tan parte de mí, enredadera, mis respiraciones sin límite, que la caja armónica derecha, como la izquierda de mi ser, parecen un acordeón imperfecto.
Desafinado, como toda vida en búsqueda.
II. “Nosotros sólo nos perdimos porque nos queríamos encontrar”
En enero de 1994, como parte de la Comisión para la Paz y la Reconciliación en Chiapas que encabezaba Manuel Camacho, fui testigo de una declaración de uno de los doce Comandantes del Ejército Zapatista de Liberación Nacional que se había levantado contra el gobierno: “Nosotros sólo nos perdimos porque nos queríamos encontrar.”
¿Los caminos de la vida, de su vida, los acechos en la selva, no era lo que ellos pensaban?
¿Qué tan perdidos estaban los 12 líderes indígenas que componían el Comité clandestino que encabezaba el Subcomandante Marcos?
Conocedor profundo del Estado mexicano, el EZLN sabía que era más que imposible derrotarlo militarmente y que, a una demostración aparatosa de fuerza como la que realizó en las primeras horas del 1º de enero de 1994, debía sucederle un gran y efectivo golpe político como el de exigir la renuncia del presidente y que el sistema político se abriera ya a la democracia. Una guerrilla empujando pues, no la caída del Estado sino el avance de la democracia. Gran paradoja.
Una gran idea, no para los exámenes de conciencia que se impondrían sino, para que ahí quede la cosa, en dos que tres tesis de doctorado.
III. El Comandante Tacho y la transición, no española, sino la mexicana a la democracia
En uno de los días en que estuvimos encerrados con el EZLN en la Catedral de San Cristóbal por los Diálogos de Paz, finales de febrero de 1994, uno de los comandantes zapatistas haría estas reveladoras precisiones en conferencia de prensa:
-“En la declaratoria de guerra el primero del año, del EZLN y en el camino rumbo al diálogo -demandaría uno de los periodistas- ustedes advertían que buscarían cambios profundos. Incluso, hablaban de la renuncia del presidente de México. ¿Han modificado esta postura o siguen firmes en esto, o acaso fue un señalamiento como una manera de empezar el diálogo con una presión?
“El gobierno federal no puede garantizar las elecciones libres y democráticas, replicaría el Comandante Tacho. Por eso decimos: el gobierno federal va a sancionar las elecciones, tiene que haber otro gobierno, uno de transición, o, si no, tiene que haber una modificación en la ley electoral, que diga: ya no van a ser el gobierno federal el que va a sancionar, ya no van a ser los partidos políticos, sino va a ser la sociedad civil, que es lo que nosotros proponemos. O sea, que se haga un colegio electoral con gente que no pertenezca a ningún partido político, ni al gobierno, por supuesto.”
IV. “Si Carlos Salinas no para la guerra …”
Casi dos meses y medio antes de los Diálogos de Paz de la Catedral de San Cristóbal, exactamente el 7 de enero, Manuel Camacho propondría al grupo que días después habríamos de acompañarle a Chiapas: “Si Salinas no para la guerra, si se sigue bombardeando con los Pilatus a las comunidades de indígenas inocentes y no se opta por la vía del diálogo, vamos a salir del gobierno para encabezar un Movimiento Nacional por la Paz.”
El clima era tan tenso, las diferencias con Salinas presidente y su grupo adicto a la represión de tal tamaño y riesgo que Manuel, antes de salir de nuestra reunión hacia Los Pinos, habría de recomendarnos: “si no regreso, busquen asilo en las embajadas de Estados Unidos y Francia.”
Poeta e historiador. Director ejecutivo de Diplomacia Cultural en la SRE