Enrique Márquez

Ser amorosos y trabajar

12/11/2022 |04:27
Redacción El Universal
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Ser amorosos y trabajar, pensar en lo más querido y deseado a la hora de poner el corazón en el obraje. Saber poner lo ético en la proa del día de tal manera que nos agite, emocione y justifique cuanto hagamos. Advertir a todos que no hay que desdeñar a las flores pero que los rosales no dejan de estar cargados de espinas. Que el buen gobierno, incluso el malo, desapareció por completo de nuestra tierra desolada, que sobreviven tan sólo ciertas patologías que pierden y disfrazan al patético líder. Porque nadie se puede pasear por Badiraguato o por el campo de Dadaab, en Kenia, que es el mayor campo de refugiados del mundo, como si anduviera de pic nic en el Desierto de Los Leones o divirtiéndose en Reino Disney World. Ser amoroso es llegar a vivir la autocontención como un deber, como una verdadera responsabilidad frente a las manías o el capricho. Trabajar sinceramente por los demás, por los niños, por el respeto a las mujeres y a la naturaleza, por todo cuanto podría estar a punto de perderse o de venir a la vida. Ser amoroso, andar por las verdaderas nubes, las rosas, las azules, incluso las grises, porque en un mundo fuera de órbita ellas orientan nuestros más preciados ideales. En días de lluvia o sin ella. Con soles fuertes, lunas pardas y tiempos nublados. Ser amoroso en un tiempo difícil en que el odioso mayor odia hasta el odio porque se quiere popular. Amar el amor, hacer del amor la increíble geopolítica programática y esdrújula que nos pueda ir librando de la barbarie y la mediocridad reinantes. Trabajar ¿por qué? ¿para qué? ¿para quién? Trabajar por el sueño, por el amor cumplido. Ser amorosos en la conversación de los pueblos, los ranchos, las ciudades y las personas. Ser amoroso contigo que amorosa me esperas en tus pausas, con tus anhelos, con tu bella sonrisa, con esa luz que te inunda amorosa y me colma de esperanza. Trabajar amorosos y leales en un tiempo en que la mentira y los excesos de poder quisieran arrasar con todas las reputaciones. Trabajar por la democracia robada cada día, en cada ley autoritaria y absurda, tendenciosa y regresiva. Amorosos de lo nuestro, contradecir llenos de coraje y de paciencia, porque quizá cada cosa que pasa, y todo pasa muy mal, llega a tocar fondo, si es que esta tierra dura, caudillezca y caciquil del Anáhuac tiene algún fondo, pareciera que no. Y entonces, puro vacío, sólo siempre caer con la ilusa ilusión de que algún día de suerte la pesadilla como la incertidumbre terminen. Ser amorosos, valientes, determinantes, esperando el día siguiente, no el día después de la ya pervertida elección tricolor corcholata, sino el día que seguirá a la crisis de meses o años después de las trifulcas, revolturas y de la autogoliza morenaza por el voto en el 24, por la obsecación, alta traición verdadera, de quienes, espada en mano, tratan de amedrentar y confundirnos para seguir en el mando. Los amorosos no traicionan, quienes no lo son casi siempre lo hacen. Los amorosos cantan, sonríen, leen poesía, puedes encontrarlos en los jardines. Los amorosos vienen cuando los otros apenas van. Los amorosos no pueden más que tener hoy su corazón en el obraje.

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