Fuimos entonces a los patos, al graznido erotizante de los gansos egipcios que cruzaban el lago con cierta displicencia, y esperamos, decidimos aguantar mas no demasiado. Porque los curiosos no se iban ni se irían jamás. Algo les dejábamos entrever. Vendrían luego, desenfrenados, los besos, las caricias, las miradas cómplices, veloces, de reojo, y un largo y dichoso momento que desde aquel día no ha logrado empobrecerse. Ay. Después de tanto disfrute, vendría el tiempo de las palabras ante la barbarie inaudita y las sombras que deja. Porque, como siempre, discutimos la sinrazón de todo. ¿Por qué el mundo no puede cesar en su constante discordia, en su ser sanguinario reincidente? ¿Cuándo fue que comenzó a arruinarse la vida? Ucrania, Ayozinapa, Michoacán, Texas, El Paso, Chicago, Mineápolis, la Francia del Bataclán y la España asfixiada por el terrorismo que se oculta. Historia indigna toda ella en la que se incluyen las madres, las niñas, las jóvenes humilladas del planeta y las familias de migrantes de África ahogadas en el Mediterráneo. La barbarie, el desdén, el rencor, el espíritu que divide y rompe la conversación.
¿No es hora ya de combatirlo con firmeza? ¿Tenemos plena conciencia del daño inmenso que genera? La barbarie, la discordia, la insolencia del absurdo y temerario argumentar que los balazos sólo se rendirán con abrazos. La insolencia en una nación en la que hace 109 años cercenaron la lengua a un senador de la república que murió desangrado por criticar a un militar criminal que se decía presidente después de fusilar a un presidente. Entonces sólo esperar, esperar. Esperar, atender, aguardar ¿para qué? ¿por qué? ¿Entonces nosotros, todos, sentados, muy obedientes, deberemos confiar en la providencia para ir sembrando la desilusión desde ahora? ¿Por qué? ¿Entonces, la parvada aquélla de pájaras y pájaros negros y bellos, alegres y magníficos, que nunca he disfrutado con ella deberá esperar como espera mi muy enojado y triste país? Seguramente.
Es probable que con o sin curiosos, con patos o sin patos o gansos egipcios, veremos felices el desplegar azul de las aves de que de tanto hemos hablado ella y yo y el volar seguro y necesario del país. Porque necesitamos de un impulso distinto, vigoroso y crucial para mudarnos. Para poder ver al mundo y al país reconciliándose. Debemos esperar, perseverar, resistir, insistir, porque necesitamos abrirle paso a una política nueva basada en el cuidado de la vida y no sólo del bienestar efímero o al nacido de la manipulación . Una política nueva que no tema hablar del amor comofundamento, que llame a las nuevas inteligencias e iniciativas sociales.
Porque es preciso que ellas, que se han mantenido al margen, acumulando fuerza e imaginación, vuelen tan alto como una parvada que ha venido formándose para cambiar el horizonte y la existencia de todo. La espera nuestra, entonces, debe ser una espera creativa, cargada de fe y de acciones. Como espero y desespero el momento de la parvada volando como si los pájaros fueran sueños e ilusiones largamente deseados. Porque en el amor como en la política tiene un alto valor el saber esperar y desesperar.
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