1. Un extraño brillo dorado entre la bruma … “Entramos en las alturas de la Sierra Madre Oriental y casi sentimos vértigo. Los plátanos tenían un extraño brillo dorado entre la bruma. La niebla bostezaba más allá de las paredes de piedra a lo largo del precipicio. Abajo el río Moctezuma era un fino hilo amarillo en la verde alfombra de la jungla. Pasamos por extraños pueblos de la cima del camino del mundo y las indias nos observaban bajo el ala de los sombreros y de los rebozos. La vida era densa, oscura, antigua. Observaban con ojos de gavilán a Dean que iba serio y enloquecido al volante. Todos tendían la mano. Habían bajado desde las sombrías montañas y desde las alturas a tender las manos hacia algo que pensaban que podía ofrecerles la civilización sin imaginarse la tristeza y pobreza y decepciones de ésta. Desconocían que había una bomba capaz de destruir todos nuestros puentes y carreteras y reducirlos a polvo, y que algún día seríamos tan pobres como ellos y tenderíamos nuestras manos del mismo modo en que ellos lo hacían. Nuestro destartalado Ford, el Ford americano de los años treinta, pasaba haciendo ruido y se perdía en el polvo…” (Jack Kerouac, On the road)
2. María Sabina en el Pompidou. Era el otoño de 2016 y entonces, un día cualquiera, decidí cruzar la plaza de Beaubourg para entrar al Centro Pompidou: exposición espectacular de la Beat Generation, que me recibe —Galería Nº 1— con un hongo gigantesco, no como condena a Hiroshima y Nagasaki sino como homenaje a María Sabina y los champiñones mágicos y sublimes de Oaxaca.
Vivía yo por entonces justo enfrente del Pompidou, en el 10 de Quincampoix, a unos pasos del “Dans le Noir”, restaurante completamente a oscuras, servido y guiado por meseros invidentes donde alguna vez quise llevar a Susana.
La espina dorsal de la exposición es el rollo de la segunda versión original, de 36 metros de largo, en el que Jack Kerouac escribió On the road. El rollo de los 120 días de Sodoma, del Marqués de Sade, escrito por el Marqués de Sade en su cautiverio de La Bastilla, apenas llegaría a los 12 metros escasos.
“On the road”. La aventura Beat, que la expo documenta hasta el hastío, comenzó en México. El primero en desembarcar fuer William S. Burroughs, en 1947, junto con su pareja Jane Vollmer. Tres años después llegaron Jack Kerouac y Neil Cassady. Luego vendrían Corso, Ginsgsberg, y los Orlosvky.
On the road. México era y no somnolencia: se inaugura CU y el Viaducto se abre, literalmente, a la circulación. El PRI domina y la presidencia de Miguel Alemán, entre Acapulco y Los Pinos, parece andar en patines. Faltan casi 20 años para 1968. Y es evidente.
Y la postguerra, que es un grito cultural ya, de liberación, muy extremadamente Beat, se manifiesta desde los cuartos de azoteas de la Roma y la Condesa donde moran y fuman, escriben y condenan los heraldos de los comienzos de la Guerra Fría.
3. Mexico City Blues. De la parvada que vino por los hongos y luego se fue, Kerouac, más que Ginsberg, Corso, Cassidy o Burroughs (que mató a su esposa de un tiro en la cabeza en la colonia Roma), fue quien dejó indeleble su marca.
On the road. “—¡Es todo! —dijo un funcionario mexicano sonriente que hablaba en inglés—. Todo arreglado, muchachos. Podéis seguir. Bien venidos a México. Que os divertáis. Cuidado con el dinero. Conducid con cuidado. Os lo digo personalmente, soy Red, todo el mundo me llama Red. Preguntad por Red. Buen provecho. Nada de preocupaciones. Todo está bien. No es difícil divertirse en México. (…). Dejamos el coche aparcado y los tres nos internamos por las calles españolas hacia aquella mezcla de luces mortecinas. Había viejos tomando el fresco sentados en sillas y parecían yonquis orientales. De hecho nadie nos miraba, pero todos estaban atentos a lo que hacíamos” (Jack Kerouac, On the road.)
Poeta e historiador.