Nunca he sido devoto,
idólatra radical o fanático de ese discurso, casi sermón, que de manera atosigante se ofrece día con día como proyecto histórico. Nunca. Porque la entraña retórica, demasiado engañosa de esa arenga del poder choca con mi formación intelectual, mi experiencia política y mi percepción de las cosas.
En su mañanera del martes 26 pasado, el presidente se refirió a que México vivía, hasta el 2018, una decadencia en todos los ámbitos de la vida pública y que había que frenarla, “como se logró”, cortándola de tajo para dar paso a la transformación. Creo que López Obrador nunca había sido tan claro al tratar de argumentar él mismo la importancia histórica de su proyecto, pero ¿es que, justamente como lo demuestra la Historia, incluida la nuestra, un proceso de degradación de la vida política puede frenarse en un tris, así como así, cortándolo de tajo para abrir las compuertas de una época distinta y mejor? ¿No sería preferible, por salud y sensatez política, admitir que con el golpe de poder democrático electoral de hace cuatro años no poco de “lo de antes” quedó hecho cenizas aunque subsisten, todavía muy amenazantes y encendidas, las brasas y los poderes crepitantes de la decadencia de México ? ¿Cómo no admitir la complejidad y las mil y una dificultades y los enormes daños que se desataron, para subsistir, con la modernización salinista que terminó pervertida? ¿Qué la pérdida de la oportunidad democrática con V. Fox no representó años y años de retroceso? ¿Qué con Peña Nieto no se urdieron los tráficos de tráficos de todo tipo que terminaron de debilitar al Estado? Algunos críticos malsanos de la 4T murmuran un día y el otro también que ella, lejos de representar el gran viraje, simboliza la degradación misma, porque hoy todo parece estar peor. ¿Por qué? Porque combatiendo la corrupción patrimonial, todavía viva e impune, en estos cuatro años el gobierno y su partido han sido los más esforzados corruptores de la política al generar un ambiente de división, de odios y persecuciones?
Pienso que el mérito más destacado del presidente López Obrador ha sido, al precipitar -y no cortar de cuajo- la decadencia a la que se refirió el martes 26, el de ser, luego de largos combates, solamente el precursor del nuevo tiempo que atraviesa México.
Acudamos al Breviario de podredumbre de Emil M. Cioran: “El error de los que captan la decadencia es querer combatirla, mientras que lo que haría falta es fomentarla: al desarrollarse se agota y permite el acceso de otras formas. El verdadero precursor no es quien propone un sistema cuando nadie lo quiere, sino más bien quien precipita el Caos y es su agente y turiferario. Es una vulgaridad trompetear dogmas en una época extenuada.”
Si el presidente no comete yerros graves de aquí al final de su gobierno, sobre todo durante el proceso de sucesión, México podría comenzar a recobrar en el 2024 la viabilidad y la fortaleza de los que carece en este tiempo que es justamente de tránsito y no de consolidación.
¿Vamos, por todo esto, a seguir distrayéndonos o desorientándonos con el sermón engañoso de la 4T cuando el problema es el de qué futuro para México?
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