1. Un despiadado régimen económico

Una extraña dictadura (México, FCE, 2000) es una obra, para mí la más sobresaliente de su género, en la que se analiza y revela, con una agudeza corrosiva, muy efectiva, la entraña ideológica del despiadado aunque ya decadente régimen económico del ultraliberalismo.

La autora de este afortunado y precoz alegato, fue ¡una sencilla pero temible y reconocida historiadora del arte!, la francesa Viviane Forrester, a quien debemos, entre otros libros, la mejor biografía que existe de Van Gogh. No una economista heterodoxa o desertora de Harvard, Yale, del MIT o, incluso, de la École National d’Administration, pues. No: una historiadora del arte siempre comprometida.

2. Un poder planetario que desprecia a la sociedad

“Es hora de despertar, de constatar que no vivimos —escribió V. F. al inicio de su libro— bajo el imperio de una fatalidad, sino de algo más banal, de un régimen político nuevo, no declarado, de carácter internacional e incluso planetario, que se instauró sin ocultarse pero a espaldas de todos, de manera no clandestina sino insidiosa, anónima, tanto más imperceptible por cuanto su ideología descarta el principio mismo de lo político y su poder no necesita de gobiernos ni de instituciones. Este régimen no gobierna: desprecia y desconoce a quienes tendría que gobernar”.

3. El sueño, la poesía y la disidencia no tienen lugar

Una tarde del invierno de 2011 pude disfrutar el té de verveine en su departamento de París. Intrigado por la manera en que hacía coexistir sus intereses artísticos y literarios con la crítica del poder dominante, le inquirí. Terminante, sin vacilación alguna, Viviane me respondió: —¿No cree usted, querido amigo, que se nos impuso y se nos impone hoy y siempre a los creadores el deber ético de exhibir al bárbaro e injusto poder de una globalización uniformadora y castrante, en la que el sueño, la poesía o la disidencia no tienen lugar?

4. Una voz disidente

Es la mañana del 26 de marzo y, después de los días de relectura de la gran Forrester y de otras voces esenciales, vuelo, muy temprano, al streaming de la reunión virtual de los dirigentes mundiales del G20.

Nada qué considerar como positiva y razonada opción de futuro en lo que una y otra vez se desliza sin horizonte ni originalidad: restauremos, inyectemos + millones de millones, invirtamos para no que no se caigan las bolsas: que el mundo siga igual —podría quererse significar— después de tanta muerte y tanta enfermedad.

De pronto, una voz disidente, la Andrés Manuel López Obrador, Jefe del Estado y presidente de México, marca el momento. No a la especulación con las medicinas. No a forcejeo por los precios del petróleo. No a dañar al empleo y a la situación toda de los siempre excluídos. No al discurso y a las persecuciones de odio, no al racismo.

En total congruencia con los principios y acciones que definen su gobierno, el discrepante podría haber resumido: los mexicanos de hoy estamos, día tras día, con los sentimientos y necesidades de la gente.

5. México y la nueva solidaridad y cooperación global

El reclamo social mundial exige que nos reinventemos para mejor, que hagamos a un lado las tentaciones de restauración que podrían, mezcladas con la fronterización, las paranoias colectivas, la xenofobia y el racismo, prolongar y profundizar la incertidumbre y la descomposición. Demanda también la sociedad, que la economía sea restituida como un asunto vinculado con la vida y el bienestar. Y, para ello, que se cuide la esfera pública, se fortalezca al gobierno como gestor y al Estado como garante, dándole nuevo vigor y función a las instituciones del mundo multilateral.

Por el compromiso social que determina su presente, y por su historia, México tendría mucho qué aportar en la construcción de una nueva solidaridad y cooperación global capaz de actuar en interés de la supervivencia y la felicidad de todos.

Poeta e historiador. Director Ejecutivo
de Diplomacia Cultural en la SRE

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