1. ¿Nouvelle Vague?

No. No me refiero a la ópera prima del gran Truffaut que gira en torno de la incomprensión del adolescente Antoine Donail que lucha en el París de los 50 contra sus padres y maestros. No voy a referirme a esa obra pionera de la Nouvelle Vague francesa. Estoy pensando en todos y cada uno de los asaltos al poder político que nublaron la vida política democrática en el mundo, en América Latina y México durante sobre todo los siglos XIX y XX. Chile 1973, con la muerte de Pablo Neruda y muchos más, todavía cimbra en nuestra memoria y, más allá, pasando por la geografía de los 400 golpes, autogolpes o recontragolpes sudamericanos y centroamericanos, la deposición y el asesinato de Francisco I Madero a manos del general Victoriano Huerta, con asistencia extranjera.

2. Pax juarista, pax porfiriana.

En el desarrollo de la primera etapa de la Revolución Mexicana de 1910 parecían impensables el sacrificio y la violenta sustitución de quien había proclamado con grandes resultados la efectividad del sufragio. En 1857, cuando la Revolución de Ayutla había triunfado, Ponciano Arriaga y otros destacados liberales, se ocuparon, en las primeras sesiones del Congreso Constituyente, de declarar suprimidas las Comandancias Militares regionales que permitieron de 1823 a 1855 los repetidos santanazos, los sube y baja del poder liberal o conservador, que aparecían con sus múltiples propuestas de constitución. Y en 1876, cuando Porfirio Díaz logra imponerse en el poder, comienza a construir un exitoso sistema de gubernaturas civiles, muy corruptas y permitidas, sobre el entramado de los jefes militares llegados o fortalecidos con la insurrección tuxtepecana.

3. Cementerio de La Piedad.

“El asesinato del Presidente Francisco y Madero y del Vicepresidente José María Pino Suárez, sucedió —reza una crónica— el 22 de febrero de 1913. Fue perpetrado por el comandante de las fuerzas armadas Victoriano Huerta quien, tras traicionar a Madero y Pino Suárez, dio un golpe de Estado y obtuvo el poder por poco más de un año hasta su renuncia el  15 de julio  de  1914. Gracias a la ley de fugas se pudo justificar oficialmente el asesinato de Madero y Pino Suárez. El hecho sucedió a pesar de que ministros de varios países solicitaron que se preservara la vida de Madero, tres días antes de la muerte de su hermano Gustavo, fue asesinado brutalmente por las fuerzas del general Félix Díaz en La Ciudadela de la Ciudad de México por órdenes directas de Huerta. Madero y Pino Suárez fueron obligados a firmar sus renuncias, sin tener conocimiento de la muerte de Gustavo. La muerte del presidente y su vicepresidente nunca fue manejada como un "asesinato" por los periódicos nacionales. El 24 de febrero, Madero fue enterrado en el cementerio de la Piedad. El funeral atrajo a cientos de simpatizantes. La represión de Huerta continuó, disolvió el Congreso y asesinó a varios diputados. La ocupación de Veracruz por parte de los soldados estadounidenses  y la derrota de las fuerzas federales en  Zacatecas llevaron a Huerta a renunciar al poder y huir del país. Tras su renuncia fue sucedido interinamente por Francisco Carvajal. Más tarde llegaría al poder Venustiano Carranza, uno de los líderes revolucionarios, hasta su asesinato el 21 de mayo de 1920.”

4. Mirar al sur.

Muchos años después de los 400 golpes, del golpe de Álvaro Obregón y Plutarco Elías Calles al poder carrancista, un cierto y de sobra conocido tiempo político nublado del mundo y de América Latina se instala nuevamente y nuestro país, apelando a su gran tradición de asilo —de José Martí a finales del siglo XIX hasta Roberto Bolaño en plena década de 1970—, volviendo su mirada al sur, decide acoger al expresidente boliviano Evo Morales.

México vuelve a mirar al sur.


Poeta e historiador. Director Ejecutivo
de Diplomacia Cultura en la SRE

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