I. La tautología de Cardenal
Pasan los días pero pasan tan lentos, tan sordos, tan lerdos, tan llenos de incertidumbre y vacío como si quisieran no transcurrir para afirmar que, en efecto, el mundo se ha detenido, que algo muy dentro y fuera de él ha venido a quebrarse de tanto haber llevado el cántaro al pozo. De tanto haber insistido en una economía, una política y una cultura tan distantes de la vida. De haber erigido el mundo en el que el neocapitalismo que viene de la segunda postguerra haría de la cultura cada vez más una máquina depredadora de principios, de la existencia en cada rincón y rincón del orbe de lo más preciado y profundo de las personas.
Esto, si estamos de acuerdo, en que la cultura es, como se está demostrando en estos días, entretenimiento, pero también patrimonio y sobre todo vida. Y ¿cómo definir la vida? Simplemente, en odiar el odio y amar el amor, como expresó en su inolvidable tautología el gran poeta Ernesto Cardenal en diciembre pasado en la Cancillería.
II. La invasión de Sicilia
En la última entrevista concedida por Pier Paolo Pasolini a un medio no italiano, poco antes de morir asesinado (La Quimera, septiembre de 1975), el poeta y cineasta que siempre nadó con inusitado vigor como los salmones contra el poder político, las sotanas, los adinerados, los partidos y los mandarines de la cultura italiana, se dolía de los saldos que el hedonismo, el consumismo sin freno, había traído al mundo a través de la máquina cultural.
“¿La sociedad de consumo ha invadido incluso Sicilia?, se le cuestionó: —No sólo la ha invadido sino incluso destruido, dijo. Y en pocos años. Si hubiese estado usted allí hace diez años y volviese ahora, no la reconocería en absoluto. Todos los jóvenes han emigrado. Puede usted recorrer la región de Madonia en coche durante horas sin encontrar ni un solo joven. No verá usted más que ancianos, algunos niños y gallinas. ¿A dónde se han ido los jóvenes? A Alemania, a Francia o al norte de Italia, donde llevan una vida totalmente alienante que destruye su sistema de valores y lo sustituye por otro que, para ellos, es falso y absurdo. Esos valores les son impuestos por los horrores de la televisión, de la radio y de los demás medios de comunicación, y por la infraestructura, la moda, etc. Yo mismo me he visto obligado a vivir en medio de este horror, durante todos estos años”.
Nuestro Francisco Toledo, casi medio siglo después de PPP, echando al vuelo sus 43 papalotes por el dolor de Ayotzinapa, hizo de Oaxaca la Sicilia por liberar, el nuevo rincón comunitario en el que la tlayuda y el mezcal pueden convivir sin dificultad con la grandeza del arte y una vida digna en democracia.
III. Una cierta soberbia, ignorancia o ensimismamiento
Mientras los contadores nerviosos del baja y baja de los exparaísos bursátiles, junto con una cierta política a la que ya circulan sin escapatoria ni remedio los reclamos por salud, bienestar, seguridad y vida. Mientras desde el territorio selecto, a veces muy confortable, de los defensores pleistócenicos del statu quo que claman por que ya acabe todo esto para que todo siga igual, pienso que no debemos sucumbir, que debemos comprometernos con lo imposible, con cada ser, árbol, montaña, río (J. E. Pacheco) o causa de este país y del mundo que amamos desde siempre y para siempre. Con una cultura que navegue por todas las Sicilias para sostener una nueva conversación a partir de la defensa de la vida, en contra de las explosiones de racismo, de los discursos de odio contra asiáticos y trabajadores inmigrantes que han renacido con la pandemia. Mal haríamos en perder esta gran oportunidad para la reinvención y el avance. México no puede, en el difícil mundo de hoy, andar jactándose por aquí y por allá de las glorias pasadas y caducas de un nacionalismo cultural de Estado que sólo ha venido a acrecentar nuestra tendencia a una cierta soberbia, ignorancia o ensimismamiento.
Poeta e historiador. Director Ejecutivo de Diplomacia Cultural en la SRE