A principios de 1926, la idea de la reelección del general Álvaro Obregón en la presidencia de la República estaba más que cantada. Pero todavía faltaban ocho largos meses para que el incontrolable deseo cobrara “cuerpo de reforma constitucional”.

Para lograrlo, serían indispensables los conocidos ardides y triquiñuelas del famoso diputado Gonzalo N. Santos, un prototípico hombre de poder huasteco a quien el presidente Calles solía referirse nada menos como Mi Al Capone.

“El general Calles me mandó llamar —escribió Santos en sus Memorias— con el ingeniero Luis L. León a Chapultepec, para decirme: si quieres que tu amigo Álvaro Obregón vuelva a la presidencia, va a ser necesario, mi Al Ca, que vayas a entrevistarte con él a Sonora y hacerle ver de parte mía que es indispensable reformar la Constitución, porque Luis N. Morones quiere comernos el mandado”.

“Calles me entregó un memorándum —revelaría Santos— con sobre y papel de la secretaría particular de la presidencia, pero sin firma y redactado en clave, que decía más o menos: El Molinero del Norte (Calles) saluda al Buey Limón (Obregón) y le envía sus últimas impresiones, que nuestro enviado amigo le explicará ampliamente de viva voz (…)”

Con ese extraño memo en mano y dos botellas de coñac Hennessy, el diputado Santos habría de recorrer, en casi tres días, más de 2 mil kilómetros en ferrocarril pullman y automóvil, la ruta Ciudad de México/Spofor, lado americano, -Nogales-Hermosillo-Guaymas- Yávaros-Navojoa-Cajeme-Náinari, sitio este donde le esperaba muy contento el general Obregón, a pesar de que el día anterior había sido atacado, sin mayores consecuencias, por unos 800 yaquis que asaltaron en el tren que le llevaba de Hermosillo al rancho.

“El general Obregón leyó el memorándum dos veces, y me dijo: ‘Bueno, si así lo juzga conveniente el general Calles, presenta tú el proyecto de reformas, pero, eso sí, que se haga constar que no se trata de reelección sino que es una nueva elección. ¿Y tú que opinas?, me preguntó. Yo opino —le dije— que efectivamente es un artículo (el 83) que Carranza intencionalmente dejó borroso en la Constitución con el objeto de volver al poder después de un periodo y como está dudoso, excarrancistas, políticos, cesantes y demás despechados se van a lanzar al debate, alegando que vamos a atropellar la Constitución. Pero como dice el general Calles, contamos con todo para reformarla, la misma Constitución dice que esta Ley Suprema la podrá reformar el Congreso de la Unión con la aprobación de las dos terceras partes de las legislaturas de los estados (…)

“Así lo arreglamos, mi general, llegando a México rompo el fuego con las reformas a la Constitución (…)”, remataría Santos.

El 18 de octubre de 1926, secundado por los diputados Melchor Ortega y Arturo Campillo Seyde, el Al Capone de Calles presentó la iniciativa al artículo 83, que preveía: “El presidente de la República no podrá ser reelecto como propietario ni designado como substituto, interino o provisional para el período siguiente. Pasado este, podrá desempeñar nuevamente el cargo de presidente sólo por un periodo más. Terminado el segundo periodo de ejercicio, quedará definitivamente incapacitado para ser electo y desempeñar el cargo de presidente en cualquier tiempo (…)” De esa forma, el regreso a la presidencia del general Obregón no sería a través de la reelección sino por el de “una nueva elección”.

Todo saldría superbien, pues el “tormento a la Constitución, comandado por Santos, no obstante largos meses de campañas y escaramuzas antirreeleccionistas, habría de resultar demasiado exitoso.

Pero el 17 de julio de 1928, apenas 16 días después del domingo 1º de los comicios, el Buey Limón (Obregón), reelecto por 1 670 453 votos “de entonces”, caería abatido, entre saleros, servilletas y viandas, por decenas de balas, en el restaurante La Bombilla del sur de la ciudad de México.

Poeta e historiador.
Director ejecutivo de Diplomacia Cultural en la SRE

Google News

TEMAS RELACIONADOS