¿A dónde va México? ¿Cuál es la carta de navegación a destino si consideramos el 2024 como el puerto más inmediato y próximo de nuestro futuro? ¿Por qué en la bitácora política nacional mañanera nunca figuran los grandes riesgos del cabotaje? ¿Por qué nadie puede instruirnos sobre las consecuencias que tendría naufragar? ¿Por qué los bancos de niebla, los vertidos, las mareas negras y las tormentas que vivimos cada vez con más intensidad sólo suelen identificarse como resultado de una incesante persecución contra el poder presidencial? ¿Por qué el presidencialismo de hoy ha renunciado obstinadamente a utilizar los tradicionales “golpes de timón” que generaban respiro, reconocimiento o consenso al ocupante de Palacio nacional? ¿Qué explica que los únicos instrumentos de medición política de que disponemos hoy sean las encuestas ocasionales de siempre y los sondeos sobre la aceptación nacional y el reconocimiento internacional del mandatario?

México parece haber perdido la brújula debido a que su futuro inmediato -y tal vez el más lejano- están hoy ya definidos por una caótica y entre chocante diversidad de líneas conflictivas que definen su horizonte. Porque, constituyendo la muy perturbada perspectiva política nacional, inciden sietes factores fundamentales: a) Un poder presidencial ensimismado , refractario en extremo a la crítica política o al mismísimo reclamo ciudadano, cada vez más confrontado con las instituciones y grupos sociales ajenos a su proyecto y base social. b) Una gobernabilidad, a menudo ineficaz, que privilegia el evento electoral y el cuidado de las clientelas sociales por encima de todo. c) Una robustecida cartografía criminal regional de alto impacto en la seguridad que desestima o relativiza el poder y la legitimidad real de las veintidós gubernaturas morenistas logradas. d) Una enrarecida relación con los vecinos del norte, más llena de exigencias, ajustes y riesgos que los planteados en el pasado. e) Una economía relegada al segundo o tercer plano, carente de rumbo y de las prioridades mundiales post pandemia f) Un sistema de representación aletargado que evidencia y contribuye al estado de la añosa e incontenible descomposición política de México. Y g) Un proceso sucesorio demasiado a destiempo y desvirtuado, sujeto a las intermitencias originada en el entrechoque y el transcurso de las otras seis líneas, de las iniciativas presidenciales y las de los actuales precandidatos. ¿Cómo habrá de terminar esta historia que tanto agravia y confunde a un país tan fuerte como México? ¿Cómo habrá de cerrar el presente gobierno y cómo se resolverá el juego de la sucesión presidencial?

Dado el peso que crecientemente tendrán las siete líneas que constituyen la perspectiva compleja de nuestro horizonte, cualquier observador mínimamente informado y sensible podría sugerirnos que nos quitemos de una buena vez esa venda que no nos permite ver y enfrentar la realidad de un país en plena decadencia, sin desconocer la importancia del viraje vivido por México durante el primer tiempo de la actual presidencia.

Porque estamos navegando ya en un océano de alta vulnerabilidad política.

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