Muy próximo estaba ya el final de su sexenio (1958-1964), cuando el presidente Adolfo López Mateos, abrumado ya por su destino melancólico, departía en una cena con amigos muy queridos y próximos, cuando, de pronto, un poco harto de los comentarios y peticiones de última hora, levantándose de la mesa, llamó al joven pintor Francisco de Icaza hacia un discreto balcón.
-Señor presidente, diría, para romper el hielo, su muy confianzudo, atrevido interlocutor: lo veo a usted muy deprimido.
-Sí, estoy deprimido, contestaría el aspirante a expresidente, porque cada sexenio es una fábrica de multimillonarios. Yo no lo veré, usted sí Francisco: cuando estos cabrones se empiecen a pelear ¡pobre de México! (J.A. Castro, Revista Proceso , 21/11/98.)
Muy pronto sobrevendría la división y la pólvora (1994), aunque de fracturas, discordias y matazones, a esas alturas exMéxico ya sabía bastante.
En el proemio de su Historia de Florencia, obra no tan conocida como El Príncipe, Nicolás Maquiavelo, relata las rencillas palaciegas y las discordias civiles que hacia 1434 afectaban la supremacía de los Médici y de otros prohombres del poderoso mundo mercantil del Véneto.
“Primero se desunieron entre sí los nobles, luego, los nobles y el pueblo y, por último, el pueblo y la plebe. Y muchas veces sucedió que una de estas partes, al quedar vencedora, se dividió también en dos. De esas divisiones siguieron tantas muertes, tantos entierros, tantas ruinas de familias como no hubo jamás en otra ciudad de la que se tenga memoria. Y realmente, a juicio mío, me parece que ningún otro ejemplo demuestra la fuerza de nuestra ciudad tan claramente como el que se desprende de esas mismas divisiones, las cuales habrían podido aniquilar a cualquier otra grande y poderosísima ciudad.”
Extrapolando al gran florentino, podríamos decir que las divisiones entre nosotros podrían significar o la ruina permanente e incontenible del país o una oportunidad para deshacernos de los lastres antiguos y fundar algo nuevo y más fuerte, distinto y distante de la decadencia política que abruma hoy a ex México.
“El error de los que captan la decadencia es querer combatirla, mientras que lo que haría falta es fomentarla: al desarrollarse se agota y permite el acceso de otras formas. Porque el verdadero precursor no es quien propone un sistema cuando nadie lo quiere, sino más bien quien precipita el Caos y es su agente y turiferario. Es una vulgaridad trompetear dogmas en plena época extenuada, en la que todo sueño de futuro parece delirio o impostura.” ( E.M. Cioran, Breviario de podredumbre .)
Hace tres décadas, un poco más, que comenzó en ex México “la disputa por la nación” entre los nacionalistas irredentos y los ultraliberales que estaban ya empleando sus armas para dar paso al régimen que vive y recontra vive todavía.
Pues la guerra, que con Salinas y luego con el PRIAN parecía concluida, no ha terminado. No, el ex México como fábrica de multimillonarios dispuestos a todo está más que vivo y coleando, nutriendo la discordia, actualizándola.