Conocí a Nadia Nuu Savia (alias López García), un día de marzo de 2019, en Los Ángeles, en torno de un encuentro cultural sobre la actualidad de El laberinto de la soledad en el mundo post pachuco de los jóvenes.

Nadia venía de la Soledad, Caballo Rucio, Oaxaca, silenciosa y brutal, en la poética de la luz y de la sombra. Como Natalia, la inefable y bella Natalia, Natalia Toledo, que entonces estaba, como hoy, en la poesía y el misterio del escarabajo, abriéndole surcos de plata y oro.

Nadia, Nadia Nuu Savi, en el silencio lluvioso de su historia, Savi, estaba sin más en el alba, armando, escribiendo, cantando, los gritos y contra-gritos que merece la Historia, su historia. Como Susana Harp, mujer de tantos amaneceres para el mundo afrodescendiente.

Nadia Nuu, en la escritura del reclamo de la pérdida impune y voraz de la lengua propia: “Hay dolores que vienen del pasado,/ que reposan en el hombro de la vergüenza,/ del miedo, de la tristeza./ Hay tristezas que crecen en la boca/de los que ya no hablan su lengua/ de los que la han olvidado,/ de los que nunca la aprendieron./ Dice mi abuelo/ que nosotros somos hijos / de la lluvia. / Yo no conozco el sonido/ de la lluvia,/ dice mi padre./ Aquí/ sólo hay hormigas7 que caminan en hilo/ hormigas que anuncian un pasado/ que no conozco.”

El camino del venado.

La migración forzada, la discriminación, el despojo lingüístico, todas y cada una de esas indignas y sufrientes maneras públicas de no ser, de negar nuestra humanidad en serio.

“Hace mucho salía un venado allá en el monte, relata Nadia. Los antiguos seguían sus pisadas, año con año, porque el venado salía cada año (…) Yo nunca fui, tampoco mi papá. Dicen que los hombres dejaron de ir cuando llegó la carretera. Ya nadie iba a buscar al venado, preferían vender comida o agua para los que trabajaban en el camino, así aprendieron el español.

Ahora ya casi nadie habla nuestra lengua, ya casi nadie sigue el anuncio del venado. Así cuentan los antiguos. Yo creo que aquí donde estamos ahora jamás vamos a ver al venado, estamos muy lejos del pueblo, pero te cuento todo esto para que no olvides de dónde venimos ni lo que se contaba de nosotros. Para que no olvide que antes hablábamos el idioma de las grietas y de los pájaros, que antes éramos verdaderos. Es difícil ver al venado, sobre todo ahora, pero si un día lo ves, porque dicen que a veces se aparece, síguelo.”


NO ESTOY TRISTE

“Mienten los que dicen que en mis ojos/ han leído la muerte./ No hablan verdad/ O los que aseguran que nuestra lengua morirá/en tres días venado. /Escucho el rumor de las piedras de cal/ Y cantera de esta ciudad sin dioses, / Desvelo el canto de los grillos que no son / Y devoro el silencio del aire. / Hay una súplica escondida/ que busca salir:/ No estoy triste, me repito./ No estoy triste. Mientras mi raíz/ Corra por mi sangre, / Mi lengua/ No morirá.”

Perder “la pérdida”, encontrar la vida en ella, en cada una de sus piedras, pues.

“Cuentan que en algún tiempo/ por las calles corrieron ríos/ de los cuales nacieron hombres y mujeres de lluvia. / Dicen que en algún tiempo, / aquí, / vivió el pueblo de la lluvia./ Hoy no hay más / que neblina.”

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