París, viernes 9 de enero de 2015. Ahora no hubo tiempo para el jet lag ni para melatoninas o parises lindos, de fantasía. La Ciudad Luz ahora vaga entre sombras, con su torre de más de un millón de gloriosos remaches. No hace ni dos horas de mi desembarco (Aeroméxico 001) en París, que ya no es una fiesta, vive en el temor, en la incertidumbre nueva, pues la cultura del odio se ha instalado aquí.

Hace dos días, el miércoles 7, dos hombres enmascarados y con fusiles de asalto ingresaron a las oficinas del semanario satírico Charlie Hebdo y, después de cincuenta tiros, a la voz de “Alá es el más grande”, mueren doce de los redactores y dibujantes de Charlie como Cabu, Charb, Tignous, Honoré, y Georges Wolinski, que se encontraban en reunión semanal.

París no es una fiesta y poco importa pues la solidaridad, la reacción política y social ante la barbarie se desborda. Portando como lema común la frase “Je suis Charlie”, cuatro días después del atentado cerca de 2 millones de personas, entre ellas una cuarentena de líderes mundiales, participan en una marcha de la unidad en la capital francesa.

Casi a las cuatro de la mañana he terminado de leer Sumisión (Soumission), la última novela de Michel Houellebecq que salió a librerías justamente el día del atentado y cuyo argumento no ha terminado de horrorizar a las buenas conciencias católico-francesas: Francia, año supuesto de 2022. Mohammed Ben Abbes, un político carismático del partido político ficticio Fraternidad Musulmana gana las elecciones presidenciales. Una vez en el cargo, ¡privatiza la Sorbonne, convirtiéndola en una universidad islámica!, cambia algunas leyes, anula el derecho de igualdad entre hombres y mujeres y da paso a la poligamia y piensa hacer de la Unión Europea un nuevo “Imperio Romano” islámico con Francia como eje central.

París, viernes 9 de enero de 2015. Como ha sido ya una costumbre en los últimos años en que he venido a impartir clases a Francia, me reúno con mis alumnos para un primer café. En vano intentamos hilar argumentos o interpretaciones sobre lo ocurrido o sobre la novela y la obra toda de Houellebecq quien es, yo no lo sabía hasta antes de Sumisión, uno de los herederos ideológicos de Renaud Camus, el autor del Gran reemplazo (Le Grand Remplacement, 2012), el libro-teoría de batalla de los galos puros y blancos, sacrosantos, que no querrían verse sustituídos —como lo vislumbra Houellebecq— por los musulmanes, bereberes y árabes que colman desde hace décadas el territorio francés.

De la lectura de Sumisión he pasado a la de un artículo fundamental para entender el supremacismo, la xenofobia o el racismo que amenaza con llegar muy lejos en todo el mundo: “La ideología criminal promovida por Zemmor”, de Edwy Plenel, periodista francés, publicado en el diario digital Mediapart, donde se traza la ruta política e ideológica recorrida por Renaud Camus, el Arquitecto del Odio, que no pocos años después habría de convertirse en el gurú de criminales terroristas como Patrick Crusius, el joven americano hijo de un experto en salud mental quien el 3 de agosto de 2019, en la ciudad de El Paso, Texas, habría de masacrar a 22 personas, 8 de ellas mexicanos.

París, viernes 9 de enero de 2015. Preocupa que la teoría conspirativa del gran reemplazo haya encontrado tanto eco o simpatía entre los intelectuales y escritores franceses. Antes de Sumisión (2015), estuvo como faro de los extremistas, desde 1973, otra novela, la de Jean Raspail, El campamento de los santos (Le Camp des Saints) donde se describe el colapso de la cultura occidental debido a un "maremoto" migratorio del Tercer Mundo y en la cual se inspiró el Arquitecto del Odio para profetizar: “El gran reemplazo es muy sencillo, tienes un pueblo, y en el lapso de una generación tienes a un pueblo distinto”.


Poeta e historiador. Director Ejecutivo de Diplomacia Cultural de la SRE

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