Como el tronar salvaje del búfalo rompe huesos que irrumpe y arrasa en el agua engañosamente quieta de una nación injusta , miserable y desordenada como la nuestra. Como la bestia otro tiempo tranquila que perdería la paz después de tanto abuso. Como la reposada y legítima fuerza tranquila que de pronto se llenó de enojo luego de la persecución de un poder sin autoridad desde siempre. Como el búfalo indio y bóvido que, a diferencia del llanero, prefiere las aguas profundas, muchas veces desleales o tramposas. Así, la necesidad de la palabra, de la escritura incómoda y difícil de todos los escribas de este mundo, de la reportera al diarista y a muchos otros fieles al compromiso cívico. Así, en el tiempo animal que las oprime y las mata, las mujeres, francas, insurrectas, determinantes. Como el búfalo cafre, cíbolo bisonte que pereció embistiendo a una patrulla de federales que se agazapó la víspera en las goteras de un pueblo del norte. Como el búfalo tierno, muchas veces cariñoso, sentimental y bueno que pastaba y crecía en la frontera chichimeca de San Luis Potosí, regreso el día de hoy a las páginas de El Universal agradecido por la oportunidad de seguir aquí después de haber cumplido diferentes compromisos académicos y editoriales. Escribir en el horizonte lodoso y difícil de lo público y lo político en el mundo y en mi entristecido país, ante la galaxia de la mentira, las escaramuzas del rencor y el sin gobierno no es fácil tarea. Porque habría que aprender y llamar a odiar el odio y amar el amor. Porque la palabra continuará siendo el arma más poderosa para discutir el porvenir que todavía nos pertenece. Porque sólo con la agitación, sí, con la alteración de espíritus hasta el máximo, podremos aspirar a la calma, que es nuestro derecho y objetivo fundamental. Si la política, la política democrática y republicana no logra garantizar este derecho, diremos adiós al mundo que amamos o anhelamos para vivir el desorden, el triunfo del poder omnímodo, detestable y egoico, la incomprensión y la indulgencia entre nosotros y el avasallamiento pleno de los derechos humanos . Porque una transformación histórica profunda, auténtica y perdurable no estriba, no ha gravitado nunca, en el dictum ominoso y destructivo de Yo el Supremo. Nunca sucedió. Muy a destiempo bien lo supo el viejo zorro autoritario de don Porfirio que al final caería víctima de sus propias intrigas. Como búfalo nunca domesticado o doblado, satisfecho y deseoso, búfalo de agua, bufalito de mar y de montaña, pleno de conciencia y congruencia con todo, regreso a El Universal cuando el tiempo nublado de México, lejos de desaparecer, amenaza con tormentas muy próximas a nuestro traumático siglo XIX, cuando abundaron una bandada de presidentes improvisados o impuestos y una serie innumerable de constituciones y golpes de Estado. Regreso cuando el mundo no logra aún encontrar un nuevo sentido para la vida, la política y la economía que propicien transformarnos a fondo y en serio con una actitud moderna, democrática, social y visionaria que nos permita dejar atrás el ensimismamiento ranchero que nos ciega y asfixia a cada paso.

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