Atrás quedaron los lamentos vanos y vamos a la queja verdadera por la vida. Las flores, antes fuertes, alzadas, siempre vivas, han perdido su color porque avanzamos al más crudo invierno luego de una muy breve y extraña primavera. Las capullos, apenas sembrados una tarde triunfal de abejorros y arañas minúsculas, han acabado por irse, se ha ido casi todo, hasta la mansedumbre de los árboles. “Abril es el mes más cruel, criando / lilas de la tierra muerta, mezclando / memoria y deseo, removiendo turbias raíces con lluvia de primavera. ” (T.S. Eliot, Tierra baldía.) El triste sonar de los ríos, el llanto de las mujeres que hemos llenado de ofensas y el de los niños enfermos y abandonados habitarán por siempre esta nuestra tierra infecunda. Porque, a qué negarlo, nuestra alma se duele y el gozo del vuelo colectivo no existe ya. ¿Cuándo la lluvia helada e injusta vino a matar a las flores? ¿Cuándo se quebró el amor y se apagó la vida? Porque un país sin conciencia , con tanta muerte y tanta enorme mentira sufre y se dolerá más con el tiempo. Por vergüenza. Atrás, en una especie de réquiem por el mundo, por nuestro país roto y violento, masacrado, una engañosa luz parece consolarnos. Atrás, muy atrás, casi desde el último precipicio presentido, mi corazón leal, pleno y feliz con el amor amoroso que vivo, resiente como nunca el contraste pues por vez primera, desde hace muchos años, mi ser no habita más en la sombra pues alegre se abre a la mitad del día. Y lejos, sin tomarlos en cuenta, fuera de mi, tan lejos de mi y de mis ánimos, la bandada de pajarracos nefastos y chachalacos que un malhadado día irrumpieron mediocres por los balcones de Palacio, irresponsables y solos, presumen el gobierno asaltándonos, tratando de timarnos. Atrás, muy atrás, la siembra del odio y de la discordia. “Abril es el mes más cruel, criando / lilas de la tierra muerta, mezclando / memoria y deseo, removiendo turbias raíces con lluvia de primavera.” T.S. Eliot, autor de un largo y oscuro, enigmático poema para aliviarse del más cruento desamor, indignado por las atrocidades de la Primera Guerra , vio pasar abril como una sombra ausente de todo, así de triste y de lúgubre. Así como te vemos pasar hoy sombra de país, fantasma de país, recuerdo de país, bandera de país en el desgarre. Condenados a la desaparición de las flores, a la espera de una voz firme y determinante que nos diga cómo enfrentar el invierno, cómo ya no vivir y morir en el desaire. Yo volveré a mi barrio, para sembrar lilas y nardos, alhelíes y una que otra rosa, y salvar las sombras de los árboles muertos, el recuerdo de los días felices, del tiempo perdido con tanto disfrute y frivolidad. Me prepararé para el tiempo nuevo, con ella y para ella, entregado sin límite, porque quiero seguir siendo amoroso y trabajar, llevándole claveles raros y nuevos, o tal vez esos pecesitos que le resultan a veces tan desconcertantes. Muy cerca de donde escribo, a tan sólo algunas estaciones de tren, por donde se avistan los patos y los gansos, ella se esmera con la macetita de flores azules que le compré no hace mucho tiempo en París para fundar nuestro paraíso.

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