Reitero mi respeto y admiración por las Fuerzas Armadas (FF. AA.) mexicanas. Tuve la oportunidad de conocer al Ejército desde los 16 años, cuando hice mi servicio militar de manera anticipada. Además, conviví con ellos de forma muy cercana durante siete años, por lo que conozco muy bien sus fortalezas y estoy seguro que tenemos FF. AA. patriotas y leales a México, no obstante, tienen reglas y una formación muy distantes a las normas democráticas.
En las FF. AA. se demanda disciplina . Hay una jerarquía totalmente vertical y muy rígida, y lo más importante es que no se cuestionan las órdenes, sólo se ejecutan. En cambio, una democracia exige que haya un debate de ideas, que se cuestione a los gobernantes y sus decisiones, que haya una división de poderes y que haya municipios autónomos, es decir, gobiernos muy horizontales.
No me imagino a un general o a un almirante convocando a sus subordinados para que a mano alzada voten si ejecutan o no una orden; si participan o no en un operativo.
El perfil de los militares no es adecuado para labores civiles . Las reglas de la democracia no aplican en el Ejército y las reglas del Ejército no son buenas para la democracia. Lo dice sabiamente el dicho, zapatero a tus zapatos.
Los mexicanos necesitamos dialogar sobre el país y el futuro común que queremos construir, ponernos de acuerdo, alzar la voz sobre lo que no nos parece adecuado desde la tranquilidad que nuestra voz será escuchada y respetada, ese diálogo es propio de las reglas democráticas pero no de las reglas de los militares, el proceso de militarización en el país atenta contra ello.
Que los militares ocupen cada vez más espacios civiles es muy peligroso para los mexicanos y un retroceso para nuestro país.
Las FF. AA. tienen el encargo de velar por la seguridad nacional, que se refiere a proteger nuestra soberanía ante amenazas bélicas del exterior y proteger nuestro orden constitucional. Eso es muy diferente de la seguridad pública, que es mantener el orden público, salvaguardar la vida, el patrimonio y las libertades de los mexicanos ante amenazas internas. Esto último no le toca a las FF. AA. sino a las policías.
Durante el sexenio del presidente Felipe Calderón , se determinó utilizar como excepción a las FF. AA. para funciones de seguridad pública con el fin de combatir al crimen organizado . Esto fue duramente criticado por el actual presidente López Obrador, que en ese entonces era parte de la oposición.
Bajo las administraciones de los presidentes Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto se argumentó que el uso de las FF. AA. para tareas de seguridad pública sería únicamente de forma provisional, en lo que se fortalecía a las policías civiles. Incluso se crearon figuras y políticas públicas para ello, como la Gendarmería de la Policía Federal, aunque sus resultados fueron francamente limitados.
En cambio, en la actual administración no hay políticas de fortalecimiento a las policías civiles. Lejos de ello, el presidente envió al Poder Legislativo una propuesta para reformar la Constitución con el fin de que las FF. AA. hagan actividades de la policía civil en el largo plazo, a pesar de que prometió en un inicio que sería provisional e incluso, en campaña, prometió que enviaría a los militares de regreso a los cuarteles.
Además, el partido del presidente acaba de aprobar una reforma para que la Secretaría de la Defensa Nacional tenga el control operativo y administrativo de la Guardia Nacional , un paso más en la militarizació n del país que viola claramente el artículo 21 constitucional, el cual mandata que “las instituciones de seguridad pública, incluyendo la Guardia Nacional, serán de carácter civil”, es decir, no militar. Recordemos que la gran mayoría de los miembros de la Guardia Nacional tienen formación militar.
El presidente quiere ir mucho más allá, pues no sólo quiere al ejército en labores de seguridad que no le corresponden, también les está entregando todo tipo de labores civiles como construir y administrar grandes obras de infraestructura (como aeropuertos, carreteras y ferrocarriles), administrar las aduanas, ejecutar campañas de vacunación, labores educativas, entre muchas otras.
De acuerdo con académicos del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE), en 2021 las FF. AA. operaron 246 funciones civiles que en 2006 no les correspondían, 140 de las cuales no brindan información sobre su presupuesto. Esto significa que además se están realizando tareas sin que se pueda hacer una evaluación del gasto que implican, lo cual va en contra de una regla de oro en democracia: la transparencia.
Muchos analistas coinciden en que esto responde a que el presidente no está logrando llevar a cabo sus deseos con el aparato gubernamental democrático, sometido a contrapesos, vigilancia y límites que protegen a nosotros, los ciudadanos, del abuso del poder. Por ello, le da la vuelta a la Ley ocupando al Ejército, que a diferencia del gobierno civil, tiene muchos menos contrapesos y es mucho más opaco, además de que le debe obediencia vertical al Presidente de la República en turno, quien es jefe supremo de las FF. AA. De esta forma el presidente puede hacer su voluntad con menos limitaciones.
Esto es sumamente peligroso para México y es una falta de respeto a nuestra Constitución. Mucho esfuerzo nos costó ponerle límites a los abusos del poder civil para que ahora el presidente los evada dando todo tipo de órdenes al poder militar. El que quiera construir aeropuertos o administrar campañas públicas de vacunación, que se someta a las reglas del servicio público, que sea transparente y nos rinda cuentas.
Algunos opinan que en España y en Francia existen cuerpos militares similares a la Guardia Nacional, pero como dice Alejandro Hope, son cuerpos que operan en regiones muy específicas, normalmente donde no hay policías civiles por su baja densidad poblacional. En cambio nuestra Guardia Nacional está por todo México.
Todo mi respeto para las FF. AA., que sin duda están comprometidas con México, pero que su labor no está para todo tipo de encargos civiles. Esto las pone en riesgo de ser corrompidas, como dice Luis de la Calle, porque también tienen muchos menos mecanismos para evitar la corrupción que los mandos civiles.
Los mismos militares llevan años diciendo que no tienen los elementos jurídicos y las herramientas necesarias para hacer lo que se les pide y si nadie te vigila o nadie te corrige, tienes mucha más probabilidad de fallar.
Mi empatía con los mexicanos que por años se formaron para administrar lo que ahora administran mandos militares, es decir, burocracias y servidores públicos de carrera que han sido desplazados de sus labores. Mi empatía también con el Ejército que tiene que obedecer la ejecución de tareas que no le corresponden.
Debemos frenar la militarización de las tareas civiles y avanzar hacia un sano diálogo que nos permita ponernos de acuerdo en cómo construir el país próspero, incluyente, sustentable y seguro que anhelamos y merecemos los mexicanos.
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