El Inegi publicó recientemente que la clase media en México se redujo en 6.3 millones de personas de 2018 a 2020 y, además, que la clase baja se incrementó en 8.8 millones durante el mismo periodo. Esto no debe de sorprendernos en un contexto donde el PIB, el consumo y la inversión se han reducido desde la segunda mitad de 2018, además de que todo empeoró con la pandemia y la falta de políticas públicas para hacerle frente.
De agosto de 2018 a diciembre de 2019 el PIB mexicano se contrajo 1.3 por ciento, mientras que en todo 2020 el PIB se cayó otro 8.5% por la pandemia y la falta de apoyos económicos para enfrentarla.
La recuperación económica comenzó en junio de 2020, pero el indicador del PIB en septiembre de 2021 es 2.5% menor con respecto a mayo de 2021, es decir, nuestra economía aún no se ha recuperado del golpe del Covid-19 y nuevamente empieza a contraerse porque no hay condiciones que incentiven la inversión en México.
De hecho, la inversión se redujo 10.5% de julio de 2018 a enero de 2020. Desde antes de la pandemia la economía mexicana ya presentaba un deterioro.
El problema es que la inversión es la única manera de generar más empleos y subir los salarios para que así más mexicanos dejen atrás la pobreza y se incorporen a la clase media.
Esto se puede ver en el número de mexicanos que buscan empleo y no encuentran, que se había mantenido por debajo de los 2 millones desde 2017, pero a partir de mayo de 2019 esta cifra se ha mantenido constantemente por arriba de los 2 millones, llegando en octubre de 2021 a 2.3 millones de mexicanos que buscan, pero no tienen trabajo.
Los que tienen trabajo también han sufrido las consecuencias de una baja inversión, ya que el número de mexicanos cuyo ingreso laboral no les alcanza para comprar la canasta alimentaria básica aumentó en un millón de mexicanos de junio de 2021 a septiembre de 2021.
En este sentido, aunque veo muy positivo que el salario mínimo esté aumentando constantemente, de poco sirve si algunos precios de la canasta básica han aumentado más que el salario mínimo. Este es el caso, por ejemplo, del pollo, algunos tipos de arroz y de frijol que han aumentado su precio en más de 65% desde 2018, mientras que el salario mínimo ha crecido 60%.
Por eso veo muy positiva la propuesta que el presidente hizo en noviembre a sus homólogos de Estados Unidos y Canadá para fortalecer las cadenas de valor de nuestra región, recuperar los niveles de producción que se tenían antes de la pandemia y con ello se creen muchos trabajos bien pagados en México. Este acuerdo sería muy relevante porque para lograrlo, se necesita que en los tres países se respeten las inversiones y los contratos celebrados con el sector privado y así atraer nuevas inversiones en nuestras cadenas de valor.
Lograr este acuerdo regional necesita además proteger el Estado de derecho en los tres países y que compartamos la misma visión en el sector eléctrico, es decir, que caminemos juntos hacia las energías renovables, limpias y baratas; y dejemos atrás las energías fósiles, que son caras y contaminantes.
De concretar esta estrategia, los mexicanos saldremos muy beneficiados. Hay que recordar que, gracias al Tratado de Libre Comercio de América del Norte, los mexicanos tuvimos acceso a nuevos y diversos productos como computadoras, televisores y electrodomésticos a precios más competitivos.
Asimismo, la industria pudo acceder a insumos mejores, más variados, nuevos y baratos lo que pudo detonar el sector manufacturero en México.
Los productores mexicanos pudieron multiplicar sus ventas al ofrecer sus productos en mercados internacionales. Como resultado de esto, las exportaciones crecieron 769% entre 1993 y 2018, y México se convirtió en el cuarto exportador de automóviles y productor de autopartes, primer exportador de pantallas planas y sexto fabricante de productos agroindustriales en el mundo.
También sería una excelente forma de aprovechar el TMEC y un contexto internacional favorable para México, que hasta ahora hemos desperdiciado: el modelo de fabricación en el mundo está cambiando.
En lugar de tener una producción de bienes dispersa alrededor del mundo, hoy se busca que las fábricas vuelvan a estar más cerca de los centros de consumo. Por eso y por la guerra comercial entre Estados Unidos y China, las empresas ya buscan reubicar muchas de sus plantas productivas en países lejanos, especialmente en Asia, a lugares cercanos de Estados Unidos.
Esas inversiones deberían llegar naturalmente a México, un país joven, con buen capital humano, insumos asequibles y una posición geográfica privilegiada, junto a la economía número uno del mundo.
De no caminar en esa dirección, habremos perdido una gran oportunidad y más mexicanos caerán de la clase media a la pobreza, no habrá nuevas inversiones ni creación de nuevos empleos a pesar de la gran coyuntura internacional que favorece a nuestro país, en donde la economía estadounidense, nuestro principal socio comercial, sigue creciendo.
El presidente de General Motors México recientemente advirtió que nuestro país no será un destino de inversión si las condiciones no son propicias para las inversiones, especialmente para la industria automotriz que tiene como meta la reducción de emisiones contaminantes.
La contribución del sector automotriz a la economía de México es mayor que la extracción de petróleo y gas, o que todo el sector primario. Además, genera 4 de cada 10 dólares por exportaciones manufactureras, siendo la principal fuente de divisas para nuestro país y crea empleos aproximadamente 30% mejor pagados que el resto de los empleos.
Tal vez los próximos en pasar de la clase media a la clase baja podrían ser quienes trabajan en este sector, muchos de ellos en entidades donde hay una fuerte dependencia a la industria automotriz como Querétaro o Puebla.
Para fomentar que muchos mexicanos en condición de pobreza mejoren e ingresen a la clase media, necesitamos aprovechar esta coyuntura internacional favorable y revertir la tendencia de contracción económica que venía desde antes de la pandemia, promoviendo inversiones de alto valor agregado que generen los empleos decentes y bien pagados que necesita México.
Director del Centro para el Futuro de las Ciudades del Tecnológico de Monterrey