México enfrenta y enfrentará una situación crítica ante los efectos sanitarios y económicos que ha traído la pandemia del coronavirus. Millones de personas que forman parte de la clase media podrían caer en situación de pobreza y muchos que ya estaban en ella podrían ver canceladas sus posibilidades de salir de esa condición en el corto y mediano plazo.

Desde antes de la pandemia, la pobreza en México registraba ya niveles inaceptables, no obstante, es importante tener un panorama más amplio de la situación y reconocer que en todo el mundo se registró una importante reducción de la pobreza desde el siglo pasado y nuestro país no ha sido la excepción.

Por ejemplo y de acuerdo con el Dr. Miguel Székely, la pobreza patrimonial ––que es un ingreso insuficiente para cubrir alimentos, salud, educación, vestido, vivienda y transporte— pasó de representar el 88.4% de la población mexicana en 1950 (que era de 25.8 millones de personas) a 64% en 1977 (62.9 millones de personas) y 53% en 1992 (con 87.1 millones de mexicanos). Hubo una reducción progresiva y constante de la pobreza hasta la crisis económica de 1994/1995, cuando la pobreza patrimonial volvió a subir hasta 70 por ciento, sin embargo, en pocos años volvió a caer y en 2004 se ubicó en 47 por ciento.

No obstante, la pobreza no se limita a tener ingresos suficientes, sino que existen otros factores que propician la pobreza, como la falta de acceso a una vivienda digna, a educación, a servicios de salud y de seguridad social, y a una alimentación adecuada.

Por ello, el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL) se dio a la tarea de formular una medición multidimensional de la pobreza en México, así para poder agrupar a las personas no solo por su nivel de ingreso, sino también por el acceso a servicios básicos y fundamentales para tener un nivel de bienestar mínimo.

De acuerdo con dicho Consejo, una persona está en condiciones de pobreza si sus ingresos son insuficientes para adquirir los bienes y servicios básicos que requieren (línea de pobreza por ingresos) y, al mismo tiempo, padece de al menos una carencia social.

Las carencias sociales a las que se refiere esta definición son las siguientes: 1. Rezago educativo (retraso en el nivel de estudios esperado con respecto a la edad); 2. Acceso a los servicios de salud; 3. Acceso a la seguridad social; 4. Calidad y espacios de la vivienda (hacinamiento, pisos de tierra o láminas de cartón); 5. Acceso a los servicios básicos en la vivienda (como electricidad y agua potable); y 6. Acceso a alimentación nutritiva y de calidad.

Estas son las condiciones mínimas que hoy se considera que una persona debe tener cubiertas para poder progresar. Sin educación, electricidad o salud, es muy difícil que una persona tenga elementos para salir adelante. Claro que es posible, pero es mucho más difícil e improbable, al grado que 7 de cada 10 mexicanos que nacieron en condiciones de pobreza permanecerán en ella por el resto de su vida. El Estado debería enfocarse en que todos tengamos estas necesidades satisfechas y en garantizar un Estado de derecho.

Medir la pobreza de esta manera implica que efectivamente hay gente cuyos ingresos son insuficientes para adquirir los bienes y servicios básicos que requieren, pero que no están en situación de pobreza porque no tienen ninguna de las seis carencias sociales antes señaladas. Estas personas tienen mayores probabilidades de aumentar sus ingresos con relación a las personas que tienen una o más de estas carencias sociales.

Por otra parte, hay millones de mexicanos cuyos ingresos están por arriba de la línea de pobreza. Sin embargo, se consideran “población vulnerable por carencias sociales” por tener una o más carencias, como sería el caso de no tener acceso a los servicios de salud o de seguridad social.

Es cierto que la calidad de los servicios educativos y de salud públicos en la mayoría de los países latinoamericanos no es la óptima, e incluso lo mismo pasa con varias escuelas privadas. Sin embargo, es innegable que carecer por completo del acceso a estos servicios es una situación sumamente complicada e indeseable.

Bajo la nueva medición multidimensional de pobreza y con datos más actuales, también hubo una reducción de la población en esta condición de 2008 (con 110.8 millones de habitantes) a 2018 (126.2 millones), pues se pasó de 44.4% de la población a 41.9% en ese periodo de tiempo. Esto ocurrió a pesar del crecimiento de la población en más de 15 millones de habitantes, que es aproximadamente la población total de Ecuador, Senegal o Países Bajos.

Por otra parte, nueve de cada diez mexicanos en condición de pobreza viven en municipios con más de 15 mil habitantes. De hecho, más de la mitad de las personas en pobreza viven en municipios con más de 100 mil habitantes. Esto confirma que la gran mayoría de las personas en condiciones vulnerables en México, se encuentran en zonas urbanas.

Si queremos sacar a más gente de la pobreza lo más rápido posible y con sentido de urgencia, debemos hacer un mucho mejor trabajo en las zonas urbanas de nuestro país.

También debemos de estar conscientes respecto a que lo que veníamos haciendo desde antes de la pandemia, no era suficiente para combatir contundentemente la pobreza. De 2008 a 2018, cada año en promedio, se redujo 0.25% la proporción de población en pobreza, por lo que, a ese ritmo, necesitaríamos más de 150 años para acabar con la pobreza en México.

Ahora enfrentamos una crisis económica que amenaza con incrementar significativamente la pobreza en México y lo que es más preocupante, la pobreza extrema. De acuerdo a un estudio de la UNAM, el número de personas en pobreza extrema habría pasado de 22 a 38 millones de mexicanos de febrero a mayo de 2020.

México ya tenía una economía en aprietos desde antes de la pandemia. En 2019, nuestra economía se contrajo ligeramente, algo que en los últimos 20 años sólo sucedió durante las crisis que vinieron del exterior (en 2001-2002 y 2009). En contraste, la economía del resto del mundo creció alrededor del 3% en 2019. En cuanto a otros países de nuestra región, la economía de Colombia creció 3.3% el año pasado, mientras que la de Panamá creció 3 por ciento, la de Bolivia 2.8 por ciento, la de Perú 2.2 por ciento, la de Costa Rica 2.1 por ciento y tanto la de Chile como la de Brasil, crecieron 1.1% cada una.

En nuestro país la creación de empleos y la inversión también se desaceleraron fuertemente en 2019. La inversión se contrajo 5% con respecto a 2018, algo que no pasaba desde una década antes.

Entonces llegó la pandemia, que generará un crisis económica especialmente dura en México, en parte por dos razones, además de la debilidad económica que ya teníamos:

1. Por un lado, el gobierno mexicano es de los que menos ha apoyado a sus trabajadores, emprendedores y pequeñas empresas, por lo que la destrucción de empleo seguramente está siendo mayor aquí. De acuerdo con una encuesta del INEGI, 93.2% de las empresas en los sectores industria, comercio y servicios sufrieron afectaciones por la pandemia, pero sólo 7.8% de ellas obtuvo algún tipo de apoyo, y recordemos que además los apoyos fueron muy pequeños e insuficientes. El resto no recibió ayuda alguna.

2. Por otro lado, México ha tardado mucho en intentar controlar la pandemia y aún no lo ha logrado, por lo que la economía está tardando bastante más en reactivarse, en comparación con la de otros países.

Tomemos en cuenta que Italia y España tardaron menos de un mes para empezar a reducir el número de muertes por COVID-19, de forma rápida y constante. En nuestro país, después de casi cuatro meses, la curva no muestra todavía una tendencia descendente, lo que obliga a muchas personas a mantenerse en confinamiento y retrasar la recuperación económica. Por eso las estimaciones apuntan a que la región con los peores resultados económicos será Latinoamérica, siendo México una de las naciones más dañadas en ésta.

Como ya lo mencioné, en los últimos años México había podido sacar a un número pequeño de personas de la pobreza, a un ritmo claramente insuficiente, no obstante, ahora el COVID-19 plantea un reto mucho mayor en ese tema porque las personas que ya habían salido de la pobreza y que están en una situación de vulnerabilidad, muy probablemente regresarán. Empezará un proceso de pauperización de las clases medias y se eliminarán las escasas oportunidades de movilidad social que había, para que de esa manera más personas pudieran salir de la pobreza.

Por eso es necesario que replanteemos las medidas que tomaremos como sociedad para impulsar un crecimiento económico acelerado y para poder seguir disminuyendo los niveles de pobreza, de manera más efectiva y acelerada, y al mismo tiempo, buscar la forma de incrementar el nivel de vida de todos los mexicanos. Estas medidas deben de ser concertadas por todos los sectores de la sociedad y deben estar basadas en evidencia científica, no en ideologías y prejuicios.

Entre estas medidas se debe incluir el tema fiscal con, por ejemplo, incentivos a la inversión y la creación de empleos, incentivos para que las MiPyMes crezcan, así como para que las empresas y los trabajadores se formalicen, para utilizar los recursos de forma más transparente y eficiente, y para aumentar la proporción del gasto que ejercen los gobiernos locales. También para hacer más eficiente la baja recaudación.

En el tema laboral, se deben de contemplar medidas que fomenten sistemas de capacitación permanente de los trabajadores y flexibilizar el mercado laboral para que, por ejemplo, se facilite la implementación del trabajo remoto.

En el ámbito social, también debemos de fomentar programas que no se basen en otorgar dádivas y que corren el riesgo de convertirse en programas clientelares; sino proyectos que realmente ayuden a las personas a salir adelante por cuenta propia, sin depender de transferencias ni de subsidios gubernamentales.

Además, como he mencionado en artículos anteriores, debemos apostarle a la educación, a la economía digital basada en el conocimiento y la cooperación, a la ciencia de datos, a conectarnos mejor con el resto del mundo, a atraer y retener gente que ha logrado detonar sus talentos, y a fomentar la sana competencia y el emprendimiento.

Sobre todas estas medidas profundizaré en próximas entregas, pero es importante remarcar que de no lograr el cambio profundo que necesitamos estamos poniendo en riesgo el futuro y la viabilidad del país, comprometiendo la posibilidad de ser una sociedad que viva en paz y que procure mayores niveles de bienestar para toda su gente.

Google News

TEMAS RELACIONADOS