El cambio climático es el mayor reto que enfrenta la humanidad, pero no es el único. Como argumentó Yuval Noah Harari durante su exposición en el Foro Económico Mundial de Davos, también existen grandes riesgos como el estallido de una guerra nuclear o el desarrollo irresponsable de la tecnología, lo que implica enormes costos para algunos segmentos sociales.
El doctor Harari advirtió la posible creación de dictaduras digitales, del surgimiento de una nueva clase social de gente irrelevante, así como de países colonizados por el poder de la información o de la pérdida de autoridad de los humanos frente a los robots. En mi artículo anterior escribí sobre ello, por lo que esta semana profundizaré en la segunda parte del discurso de Harari, la cual se centra en la importancia de la cooperación global.
Hoy en día enfrentamos retos y problemas globales que no se solucionarán únicamente con políticas públicas y medidas locales, exclusivas de un país o de una región. Necesitamos, cada vez más, de una mayor y más eficaz coordinación internacional.
Ningún país por cuenta propia puede terminar con la contaminación, frenar el incremento del nivel del mar, eliminar el narcotráfico, el terrorismo, evitar el uso de armas nucleares, revertir el cambio climático o evitar la propagación de un virus tan letal y contagioso que pueda eliminar a la mitad de la humanidad. Esos son problemas que no conocen fronteras, sin importar la voluntad o la capacidad de los diferentes gobiernos.
Si queremos hacer algo efectivo para resolver estos desafíos que amenazan nuestra seguridad y nuestras vidas, necesitamos de la cooperación internacional.
No obstante, justo ahora que tanto necesitamos fortalecer las relaciones entre países, muchos gobernantes y muchas corrientes políticas apuestan por incrementar su popularidad con discursos aislacionistas y proteccionistas, con un preocupante y nostálgico tono de repudio a lo foráneo. Además de socavar la cooperación internacional, posiciones como esas pretenden remar contracorriente a una realidad que día a día nos integra más como países y como ciudadanos del mundo.
El doctor Harari habló sobre Donald Trump. Dijo que el presidente de Estados Unidos plantea a su electorado un falso dilema, que es el de elegir entre el nacionalismo y la globalización, cuando realmente no hay contraposición entre ambas: el nacionalismo se trata del aprecio por tu país y por tus compatriotas, más no de odiar a los foráneos. Un buen nacionalista en el siglo XXI tiene que ser globalista, porque en esta época las amenazas importantes que sufren sus connacionales sólo se pueden resolver desde la colaboración internacional.
El buen nacionalista no quiere que sus compatriotas sufran las consecuencias de la contaminación, del cambio climático, de una guerra nuclear o del terrorismo.
De acuerdo con Harari, la globalización no significa abrir las fronteras de par en par a la migración, abandonar las tradiciones nacionales ni eliminar la soberanía nacional para someterse a un gobierno mundial. La globalización únicamente promueve la aceptación de algunas reglas globales, que regulan las relaciones y coordinan acciones entre países. El doctor toma como ejemplo la Copa Mundial de Futbol, celebrada cada cuatro años.
En dicho encuentro deportivo, demostramos amor por nuestro equipo nacional al tiempo en que conocemos, aceptamos y nos sometemos a las reglas del juego. Harari afirma que si te gusta el Mundial de Futbol, ya eres un globalista. Podríamos seguir reglas para autorregularnos sobre cómo prevenir el colapso ecológico, controlar tecnologías riesgosas o combatir la desigualdad. No es imposible ponernos de acuerdo.
La humanidad ha logrado cosas que parecían imposibles, como escapar de la jungla peligrosa en la que vivimos los humanos durante casi toda nuestra historia, en una condición de guerra y autodefensa permanente.
La ley de nuestra jungla dictaba que en el caso de dos países vecinos, había una buena probabilidad de que fueran a la guerra el año siguiente. La paz sólo significaba la ausencia temporal de la guerra; como decir que ahora Francia y Alemania no están en guerra, pero el año siguiente podrían estarlo.
Por miles de años la gente asumió que era imposible escapar de esta ley, pero en las siguientes décadas podríamos dejar atrás para siempre esta jungla. Ya hemos creado la era más próspera y pacífica de la historia, con todo y sus imperfecciones. La paz podría ahora significar la implausibilidad de guerra y no la ausencia de guerra. Que dos países vecinos no se puedan imaginar luchando entre ellos.
Hoy vivimos en un mundo donde la guerra mata menos gente que el suicidio, y el poder de las armas es mucho menos peligroso para nuestra vida que el azúcar, argumenta el doctor Harari. Muchos países ya no fantasean con conquistar a la nación vecina, ni se sienten amenazados permanentemente por una posible invasión, por lo que invierten más recursos en educación y salud que en su ejército. Esto es un hito histórico y deja, cada día más, de parecer una jungla.
Incluso hemos ido más allá, creando mecanismos que presionan a los países para no ir a la guerra. Hay muchas cosas que nos preocupan, pero claramente vivimos más seguros y con mayor bienestar que en cualquier otro momento de nuestra historia.
Desgraciadamente estamos tan acostumbrados a este mundo que lo damos por garantizado. En vez de proteger lo que tanto nos ha costado construir, dejamos que algunos líderes lo erosionen y si bien es cierto que nuestro equilibrio puede aguantar así algunos años, si no lo corregimos colapsará y regresaremos a la jungla de guerra omnipresente. Nos hemos olvidado de lo que es esto, las generaciones más jóvenes lógicamente no lo comprenden del todo, pero Yuval Noah Harari aseguró, en su carácter de historiador, que “no quieres regresar porque es mucho peor de lo que imaginas”. La guerra conlleva más horrores de los que solemos recordar.
Para superar las amenazas a nuestras vidas, debemos entender que nos necesitamos unos a otros. La cura de las enfermedades que afectarán en unos años a nuestros seres queridos o a nosotros mismos, están siendo desarrolladas por personas en países muy diversos. En esta época donde la economía se basa cada vez más en la colaboración y la creatividad colectiva, lo humanos no debemos aislarnos sino todo lo contrario; debemos de seguir integrándonos como países, como sociedades y como individuos. Es cuestión de supervivencia.