La semana pasada, en un webinar con mis compañeras del Tecnológico de Monterrey, Inés Sáenz y Rosalinda Ballesteros, platicamos sobre las lecciones y reflexiones que nos deja el 2021. Quiero compartirles lo que considero más destacado, lo más duro y lo más esperanzador que vivimos los mexicanos en los últimos meses.
La pandemia exhibió la peor cara de la desigualdad y destacó la importancia de combatirla con calidad de urgencia. En nuestro país, una persona que debía ser intubada por complicaciones del COVID-19 tenía 60% de probabilidades de morir si estaba internada en el IMSS, pero únicamente 20% de probabilidades si estaba internada en un hospital privado, y 10% de probabilidades si era atendida en los hospitales del Tecnológico de Monterrey.
Es inaceptable tener un sistema de salud como si hubiera mexicanos de diferentes categorías. Todos deberíamos tener acceso a un sistema de salud de alta calidad por el simple hecho de ser mexicanos, con la importante aclaración de que se trata de emparejarnos hacia arriba, no hacia abajo.
Tampoco es aceptable que haya unos mexicanos que gozan de mejores oportunidades laborales, de comunicación y para seguirse capacitando en línea gracias a que cuentan con internet, mientras que los más vulnerables se nos quedan cada vez más atrás por la ampliación de la brecha digital.
Estos lamentables fenómenos ya sucedían desde antes de la pandemia, pero la crisis sanitaria los profundizó. Y es que, como me comentó Omar Saucedo, Community Engagement Manager del Techspark de Microsoft en México, la pandemia aceleró en tan sólo dos meses los procesos de digitalización que se esperaban para dos años.
Mucha gente tuvo que aprender a comprar por internet, a capacitarse mediante cursos en línea y muchos jefes entendieron que las juntas virtuales pueden ahorrar mucho tiempo al reducir los costos de traslado. Incluso, los trabajadores suelen ser igual o más productivos al llevar a cabo sus actividades de forma remota durante algunos periodos.
La pandemia nos obligó a mejorar nuestro uso de internet y nos permitió ampliar nuestras oportunidades. Desafortunadamente esto no ha sido el caso para todos, por lo que proveer de internet de calidad a todas las personas se vuelve clave si queremos reducir la desigualdad.
El internet nos dio un mayor acceso a la información y a expresarnos, pero también ha contribuido a aumentar la polarización en muchas sociedades y se ha perdido el diálogo a cambio de la agresión y la descalificación. Nunca olvidemos que todos podemos estar equivocados.
Este ambiente de polarización, sumado a la crisis sanitaria, la económica, la de seguridad y la medioambiental, han aumentado significativamente los registros de ansiedad y depresión. Esta es una situación preocupante, pero al mismo tiempo el aumento de los registros refleja a una sociedad más consciente de la importancia que tiene cuidar nuestra salud mental.
Cada vez hay más herramientas y conocimiento a nuestra disposición para atender nuestra salud mental. Como nos comentó Rosalinda Ballesteros, es fácil encontrar estrategias de meditación que nos ayuden a generar más conexiones neuronales para ampliar nuestra capacidad de regular nuestras emociones de una forma más sana y, con ello, vivir con mayor bienestar.
También me agrada reconocer que hay un regreso a querer vivir rodeados de naturaleza, a tener ciudades más verdes porque eso nos hace mucho más sanos.
Como me comentó Inés Sáenz, es esperanzador ver cómo las nuevas generaciones tienen un grado de empatía y compasión relativamente alto y son más exigentes con el respeto a los derechos de las minorías. Los más jóvenes combaten decididamente la discriminación, el bullying y la inequidad de género.
No es casualidad que en esta generación esté incrementando sustancialmente el número de emprendimientos sociales, empresas que se preocupan por sus proveedores, sus empleados, sus clientes, sus inversionistas y toda la sociedad. Es el caso de Alejandro Souza, fundador de Pixza Mexza, que a partir de una empresa rentable le da empleo, capacitación y alimento a personas en situación vulnerable.
También es en esta generación en la que tantas mujeres salen a las calles constantemente a expresarse en contra de la violencia e inequidad de género. De la misma forma, en esta generación muchos más hombres están de acuerdo con que debemos acelerar la plena equidad de género.
Es positivo ver que muchos mexicanos se preocupan cada vez más por mejorar sus relaciones personales. Que sean relaciones más sanas, no tóxicas.
En una entrevista reciente, Jonatan Vázquez, fundador de Apphive, me comentó que México está lleno de problemas, pero que cada problema es una oportunidad de negocio. Las personas que ven el vaso medio lleno no solamente son más felices, sino que mejoran el estado de ánimo de quienes los rodean y, en muchos casos, generan una o varias contribuciones sociales. Como le escuché decir a la alpinista Karla Wheelock, “en tu actitud está tu altitud”.
El mundo cambia todo el tiempo y cada vez más rápido. Obsesionarse con querer tener el control puede ser muy perjudicial para nuestra salud mental, y por eso es mejor aprender a reaccionar con buena actitud y con ganas de resolver los retos que la vida nos presenta. ¿Ahora qué sigue? porque puedo con eso y más.
Este cierre de año quiero invitarlos a reflexionar también sobre lo que aprendieron en 2021 y las cosas positivas que nos llevaremos al 2022. Por mi parte, también les compartiré en mis próximos dos artículos algo vital para convertir a México en un lugar más solidario, incluyente y próspero: la defensa de la verdad y la creación de una sociedad basada más en la colaboración y menos en un individualismo exacerbado.