El Covid-19 le ha dado un duro golpe a las ciudades, pues ha provocado cambios profundos y serios problemas en materia de movilidad, transporte público, convivencia, educación, cuidado de la salud, productividad, inclusión y abastecimiento de recursos. En suma, ha deteriorado muchos de los beneficios por los cuales la gente prefiere vivir en ciudades.

No obstante, este golpe no es necesariamente permanente. Las ciudades se recuperan y muchas de ellas empiezan a tomar acciones para no ser tan afectadas nuevamente ante diversos tipos de crisis en el futuro.

Es común que las crisis generen cambios y las ciudades no son la excepción. De acuerdo con varios expertos, los brotes de cólera de la década de 1830 transformaron varias condiciones higiénicas en ciudades como Londres; y una epidemia a inicios del siglo pasado generó cambios en los sistemas de transporte público y regulaciones de vivienda de Nueva York. Más recientemente, en México se mejoraron las regulaciones en materia de construcción tras el terremoto de septiembre de 1985 y hubo cambios en los sistemas financieros para corregir errores que derivaron en la crisis económica de 2008 - 2009.

Los cambios que está generando el Covid-19 aún son muy incipientes y responden a las características de cada ciudad, no obstante, la mayoría de los cambios apuntan hacia ciudades más sustentables y resilientes ante las crisis.

Recordemos que la resiliencia urbana consiste en la forma de construir, renovar y preparar a las ciudades para que estén en condiciones de anticipar, resistir y recuperarse de cualquiera amenaza natural o de cualquier otra índole, con el menor daño posible para, incluso, salir fortalecidas.

Por ejemplo, Singapur importa actualmente más del 90% de sus alimentos, situación que no era de preocupación toda vez que cuentan con los recursos económicos suficientes para traer alimentos de cualquier parte del mundo. Sin embargo, a partir de la pandemia y ante los obstáculos que han surgido en el comercio exterior, ese nivel de dependencia alimentaria los hace muy vulnerables. Es así que Singapur trabaja actualmente en incrementar su agricultura urbana, con tecnologías innovadoras para poder producir alimentos suficientes en caso de que tengan problemas para importarlos. El Reino Unido, Francia y Bélgica sufrieron problemas contrarios, pues al disminuir el comercio internacional tuvieron dificultades para vender su carne de res, sus quesos y sus patatas, respectivamente.

La idea no es rechazar el comercio internacional, ya que este seguirá siendo fundamental para el intercambio de bienes y servicios, mejorando con ello el nivel de vida de las personas. De lo que se trata es de incorporar distintas alternativas para llevar a cabo el comercio ante los distintos escenarios que se pudieran presentar.

Por ejemplo, algunas empresas y administraciones portuarias están implementando innovaciones con tecnologías como el blockchain, para mantener el comercio internacional con menor interacción humana si la situación así lo exige.

En caso de pandemia, hay esfuerzos por tener listo el canal digital contactless para realizar con normalidad el comercio. Por otra parte, si lo que sucede es un conflicto diplomático o comercial, entonces tener listo otro tipo de soluciones, como tratados internacionales y de libre comercio vigentes, para poder sustituir proveedores lo más rápido posible y que mientras está el peor momento de la crisis, se pueda también sustituir las importaciones con producción local, aunque sea más cara, pero en el entendido de que se trata de una solución momentánea. Ahora, si la producción local mejora al grado de hacerse la alternativa más eficiente, pues ya se sustituyó una importación de forma permanente, aunque valdría la pena mantener el tratado comercial por si sucede algún imprevisto o falla la producción local hacia el futuro. Contar con más alternativas nos hace más resilientes.

Algo parecido está pasando con la movilidad, la vivienda y las oficinas. El vehículo privado es una excelente opción bajo ciertas circunstancias, por ejemplo, para trayectos largos, urgentes o para gente con limitaciones físicas. No obstante, es una pésima opción en otras circunstancias como sería el caso de una contingencia ambiental o ante el aumento abrupto del precio de los combustibles, o simplemente porque ocupa un espacio considerable por cada persona que mueve, generando congestiones viales y contaminación del aire.

El problema es que existen ciudades donde el vehículo privado genera sólo el 20% de los trayectos, pero ocupa el 80% del espacio destinado a movilidad. Esto produce una movilidad altamente vulnerable ante muchos escenarios, no sólo una pandemia. Por ello, muchas ciudades están aprovechando el contexto del Covid-19 para acelerar las limitaciones al automóvil y así lograr una movilidad más equilibrada, activa, dinámica y resiliente.

Las constructoras también están haciendo unidades habitacionales más resilientes, es decir, más flexibles. La idea es que la vivienda se pueda adaptar a necesidades cambiantes de la gente, como trabajar desde casa, convivir con grupos grandes u ocupar espacios existentes de otra manera. En algunas ocasiones la gente querrá convivir más y en otras preferirá evitar contagios al tener menor interacción social.

Las ciudades turísticas también se están flexibilizando. A veces recibirán turistas de corta estancia, como es tradición, y a veces deberán estar preparadas para recibir a turistas de larga estancia, que trabajarán de forma remota. Recientemente se han publicado diversos artículos sobre cómo se están flexibilizando en Barbados y en Bermudas, a efecto de incentivar que los visitantes internacionales pasen largas temporadas con ellos.

El Covid-19 nos recuerda muchas lecciones y una de ellas es que más vale prevenir que lamentar. Más vale que ahora tomemos esto con mayor seriedad, porque nuestra falta de previsión y malas decisiones han contribuido a que estemos entrando, de acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, a la contracción económica más profunda desde la Gran Depresión. De igual manera y de acuerdo con la Organización Internacional del Trabajo, son pocos los trabajadores que no han sido afectados por cierres parciales o totales de sus fuentes de trabajo, valga la redundancia. Estamos a tiempo de prepararnos mejor ante eventos complejos e incluso de prevenir crisis futuras. Un recordatorio para que a partir de ahora hagamos las cosas mejor y con mayor visión de futuro.

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