Los primeros años de vida de cualquier persona son los más importantes para el desarrollo de nuestra salud, nuestras habilidades cognitivas, lingüísticas, socio-emocionales y físicas. Es similar a una edificación, en la que los cimientos son vitales para la vida útil de la construcción.
De acuerdo con la UNICEF, más del 80% del cerebro se forma antes de los tres años de vida y durante los primeros cinco años se forman más de un millón de conexiones neuronales cada segundo, algo que en ninguna otra etapa de la vida de una persona se repite. Gracias a este ritmo de conexiones neuronales, esta etapa es crucial para desarrollar quiénes vamos a ser, cómo vamos a socializar, la confianza que tendremos en nosotros mismos y cómo vamos a aprender. Nuestro potencial y desarrollo se ven directamente afectados o beneficiados por cómo fue nuestra primera infancia.
Recientemente platiqué con Luis Garza, fundador de Kinedu, una empresa que desarrolló una aplicación móvil para mostrarle a los padres miles de juegos que pueden hacer con sus pequeños para estimularlos sensorial y acústicamente, fortalecer sus músculos, ayudarlos a que aprendan de texturas, entre otros. Además, esta iniciativa da seguimiento al correcto desarrollo de los bebés.
Comenté con Luis sobre cómo los padres tenemos buenas intuiciones en el cuidado de nuestros hijos e hijas, pero que definitivamente es mucho mejor el poder complementar nuestro conocimiento con consejos e información proporcionada por expertos en temas de primera infancia. Que se nos pueda ayudar a jugar y formar relaciones afectivas más constructivas y enriquecedoras con nuestros hijos.
Me comentó que se han hecho estudios en Jamaica, Estados Unidos y Australia, donde encontraron que cuando crecen las y los niños que gozan de educación infantil de calidad, registran menores tasas de deserción escolar y de encarcelamiento, además de que perciben salarios 25% más altos. Un estudio del Banco Mundial realizado en Guatemala señala que los adultos que tuvieron una mejor nutrición a lo largo de su primera infancia, ganan entre 5 y 50% más que los que tuvieron mala nutrición en esa etapa de su vida.
Casi todas las sociedades hacen grandes inversiones cada año para educar a sus ciudadanos y cuidar su salud, por ello es importante entender que la más rentable inversión en salud y educación es, por mucho, la que se hace en la primera infancia. De acuerdo con el Banco Mundial, invertir en esta etapa clave de la vida de las personas ayuda a romper el círculo de la pobreza y combatir la desigualdad, ya que el PIB per cápita de un país se reduce en 7% si un importante número de personas trabajando en la actualidad tuvieron una mala nutrición durante sus primeros años. En países africanos, la pérdida de PIB per cápita llega a ser de 10 por ciento.
Por otro lado, la UNICEF argumenta que cada año, en países como la India, se pierde mucho dinero por un deficiente desarrollo de los infantes, al punto en que llegan a perder hasta el doble de su PIB destinado al sector salud.
Desafortunadamente los países y las regiones menos desarrolladas suelen ser aquellos que menos invierten en el desarrollo de la primera infancia. Esto es un factor que incrementa la desigualdad entre quienes cuentan con mayores recursos y los que menos tienen, lo que en el largo plazo tiene como consecuencia mayores gastos en educación y en salud para así cerrar la brecha que se incrementó desde el arranque desigual de la vida de muchas personas.
Con esta evidencia, debemos encontrar formas de facilitar el acceso a padres de familia de todos los segmentos sociales para que procuren un sano desarrollo de sus hijos durante su primera infancia. Una de las mejores formas de hacerlo es mediante las tecnologías de la comunicación, ya que nos permite llegar a millones de hogares prácticamente al mismo precio y no sólo a unos cuantos. Esto, a partir de videos, videollamadas y otros materiales educativos que viven en internet.
El problema es que justamente las familias con menores recursos son las que frecuentemente carecen de acceso a internet o dispositivos electrónicos para conectarse a la red. Esa es una de las principales razones por la que insisto e insistiré en la importancia de hacer efectivo el derecho universal a internet, ya que toda familia que carezca de este servicio se pierde de un mundo de oportunidades educativas, laborales, de salud, de mantenerse informados y hasta de poder emprender. El acceso universal a un internet de calidad tiene mucho mayor potencial que los programas sociales clientelares, la construcción de infraestructura física, de algunas carreteras, o el impulso a programas de trabajo temporal. Es de no creerse que en pleno 2021 muchas personas y gobiernos no se hayan dado cuenta de ello.