La economía mundial cada vez se basa más en la colaboración y conforme esta tendencia se acelere, tendrá importantes implicaciones en temas como la equidad, la inclusión y la globalización.
Tradicionalmente, las empresas competían entre ellas por ver quién hacía los mejores productos a los menores costos posibles. Por ejemplo, Ford encontró una forma más rápida para producir automóviles, Coca-Cola conquistó el mundo con sus refrescos, McDonald's con sus hamburguesas, Apple con el Iphone y las petroleras inundaron los mercados con su oro negro.
Ahora, las empresas que no producen lo que ofrecen son de las más grandes del mundo. Las redes sociales son los mayores medios de comunicación y de entretenimiento en el mundo, pero no producen contenidos. Google organiza eficientemente la información que producen millones de personas de todas partes del mundo. A través de Amazon y Mercado Libre millones de personas ofrecen sus productos.
Estas enormes empresas han creado redes de colaboración para llegar más lejos que cualquier otra compañía que pretenda hacer las cosas por su propia cuenta. Por ejemplo, Airbnb ofrece más alojamientos que cualquier cadena hotelera en el mundo y Uber transporta a más pasajeros que cualquier empresa del ramo.
La ola de cooperación va más allá. También estábamos acostumbrados a que las personas tuvieran sus propias cosas: que cada familia aspirara a tener su propio automóvil; a almacenar nuestros datos en nuestros propios discos duros; y a que la bicicleta fuera un bien privado.
Ahora han surgido diversas empresas cuyo modelo de negocio se basa en que la gente no compre sus propios artículos. En lugar de ello, se incentiva a que compartan bicicletas, servidores para almacenar su información, automóviles, vestimenta, casas vacacionales, entre otras cosas. Aunque la pandemia pudo frenar esta tendencia temporalmente, hay fuertes motivos para pensar que esto regresará con fuerza una vez terminada la contingencia sanitaria.
Hay otra tendencia que se basa en la colaboración, la llamada “economía de código abierto” conocida en inglés como open source economy.
Hace muchos años, Kentucky Fried Chicken logró posicionar la idea de que tenían una “receta secreta” que nadie más podía replicar, por lo que ofrecían los pollos más sabrosos. Cada vez más proyectos están creciendo bajo la premisa opuesta de tener una receta secreta, haciendo pública toda su información.
Al hacer pública su información, cualquiera puede contribuir con su creatividad y su esfuerzo a mejorar el proyecto, lo que atrae con muy pocos recursos a millones de personas. Esto no es nuevo, pero vaya que es una tendencia que está tomando mucha fuerza.
La ciencia es el mayor proyecto de código abierto del mundo. Los textos científicos inician exponiendo las investigaciones y descubrimientos que han hecho otros en el pasado y que son utilizados como base para la nueva investigación, y hasta después de ello exhiben sus nuevos argumentos y resultados, como una aportación a lo que se hizo con anterioridad. Los científicos reconocen que sus aportaciones son sólo un grano de arena. Isaac Newton reconoció que logró descubrimientos impresionantes porque estaba parado “sobre hombros de gigantes” que lo precedieron.
Los más grandes inventos y descubrimientos de la humanidad fueron resultado de la colaboración entre muchas personas con contextos, conocimientos, capacidad e intereses muy diferentes, que aportaron algo para que hoy tengamos electricidad, computación, internet, vacunas, entre muchas otras maravillas.
Sin lugar a duda han existido humanos increíbles, que han hecho aportaciones muy valiosas a la humanidad. Sin embargo, tendemos a imputar soluciones, logros y fracasos de forma más personalizada de lo que deberíamos y eso tiene sus consecuencias.
En el terreno de la política, muchas veces ponemos nuestras esperanzas en una persona para que resuelva los problemas de un país y otorgamos demasiado poder a un solo individuo, cuando a final de cuentas su capacidad tiene muchos límites. En cambio, las redes de colaboración tienen un potencial muchísimo mayor que los individuos por sí mismos, aunque algunos sistemas políticos son excesivamente personalistas.
Por otro lado, nos hemos dado el lujo de permitir que millones de personas vivan en pésimas condiciones y no puedan detonar su potencial ni sus talentos. Eso es algo que nos perjudica a todos, porque son personas capaces de aportar, de colaborar con los demás, para que juntos lleguemos más lejos, pero como caímos en un exacerbado individualismo no instauramos los mecanismos necesarios para evitarlo.
Todo esto es cada vez más importante porque las nuevas tecnologías justamente potencializan el poder de la colaboración. Ese es el espíritu de internet y del blockchain, por ejemplo, por lo que en las próximas décadas veremos una potencialización de estas tendencias.
Nunca hay que olvidar que juntos llegamos más lejos, y ese debe ser uno de los pilares de nuestra sociedad, de nuestro marco jurídico, de nuestra economía y de nuestro sistema político.