En la pasada edición del Foro Económico Mundial, en Davos, Suiza, el doctor Yuval Noah Harari, autor de ‘Sapiens; de animales a dioses’ y ‘Homo Deus’, entre otros, tuvo una intervención muy interesante. Rescato algunos puntos de su discurso para compartirlos con ustedes en este espacio semanal.

Harari señaló que en el siglo XXI la humanidad enfrenta tres grandes retos: el primero es el riesgo de una guerra nuclear, el segundo es un posible colapso ecológico y el tercero es la amenaza que supone la disrupción tecnológica.

Su participación se enfocó en la disrupción tecnológica. Aseguró que la automatización de procesos está destruyendo muchos empleos, al tiempo que crea otros nuevos (impensables hasta hace algunos años). No obstante, la gente tiene que reinventarse para obtener los nuevos trabajos. Un ejemplo que dio es el del conductor de camiones que pierde su trabajo ante vehículos autónomos, al cual, dice, no se le facilitará convertirse en programador de software o profesor de yoga.

Harari fue más allá, al asegurar que la Inteligencia Artificial (IA) avanzará cada vez más rápido, por lo que la destrucción de trabajos se dará de forma acelerada y la gente se tendrá que reinventar muchas veces a lo largo de su vida, a un ritmo tan demandante que muchos podrían quedar rezagados y volverse irrelevantes para el sistema económico. Estos, formarán parte de una nueva clase social que denominó “the useless class”. Quienes formen parte de ella experimentarán muy pocas mejoras en su calidad de vida, mientras que las élites serán cada vez más poderosas.

Además, Harari advirtió que podría darse un nuevo proceso de colonización. En el siglo XIX los países que se industrializaron primero, como Reino Unido, empezaron a colonizar y obtener beneficios del resto del mundo. Algo similar podría pasar en el siglo XXI con el avance de la IA.

Imaginemos que un grupo de empresas y el gobierno de un país desarrollado poseen toda la información, incluyendo los errores, las debilidades y las corruptelas de cada juez, periodista y político de otro país con mucho menor desarrollo económico. En ese caso, la nación dominante no necesitaría enviar soldados o bombas para controlar las decisiones políticas del otro país. En palabras de Harari, se convertiría en una “data colony”, en la que sus líderes serían manipulados para hacer lo que otras potencias quieran.

Un concepto muy interesante señalado por Harari fue el de “las dictaduras digitales”. El conocimiento biológico, más la capacidad computacional adecuada y la información necesaria, permiten hackear humanos, es decir, lograr que hagan lo que alguien más quiera.

Los dueños de inteligencias artificiales poderosas e información acerca de las personas, cada día más completa, pueden llegar a entendernos y a conocernos mejor que nosotros mismos. Esto puede facilitar que predigan nuestro comportamiento y nos manipulen. Es por esto que el doctor Harari sugiere que nos hagamos a la idea de que ya no somos “almas misteriosas”, sino “animales hackeables”.

El poder de hackear humanos podría derivar en los regímenes más totalitarios de la historia y ya hay gobiernos dispuestos a monitorear todo sobre sus ciudadanos, como Corea del Norte. Los ricos y los líderes no estarían a salvo, pues mientras más poderoso sea alguien, más interés habría en monitorearlo.

Aunque no lleguemos al grado de generar dictaduras digitales, los humanos hemos perdido capacidad de decisión al delegar deliberaciones a algoritmos de IA. Millones de personas confían en el algoritmo de Google para decirles qué leer y en los de Netflix y Amazon, respectivamente, para saber qué ver y qué comprar.

En un futuro, los algoritmos nos podrían decir dónde trabajar, con quién casarnos o si el banco central debe subir o no la tasa de interés. Dadas las limitantes de nuestra capacidad cerebral, no tendríamos la destreza para entender ni juzgar las decisiones que las computadoras estarían tomando por nosotros, limitándonos a razonar que la tasa de interés es tal, “porque así lo dijo la computadora”.

Los humanos podríamos perder el control sobre nuestras vidas y la capacidad de entender políticas públicas y arreglos institucionales. Un ejemplo vigente es el sistema financiero, tan complejo que casi no hay humanos que lo entiendan en su totalidad. Lo mismo podría pasar con la política.

La vida se ha modelado y evolucionado de forma natural desde hace alrededor de 3 mil 500 millones de años, pero ahora estamos entrando a una nueva era de vida inorgánica diseñada por otra inteligencia. Esto hace que exista un riesgo latente de que cometamos errores de dimensiones cósmicas. Las élites podrían crear humanos con las condiciones y capacidades óptimas para crecer su dominio sobre otros, al tiempo que eliminan las condiciones y emociones que pudieran ser estorbosas.

Son muy interesantes los conceptos que abordó el doctor Harari en su discurso, no obstante, mi visión del futuro es más optimista. Él mismo reconoce que la tecnología industrial usada en el siglo XX derivó en sociedades muy diferentes entre sí, desde democracias liberales hasta totalitarismos de izquierda y de derecha. La tecnología del siglo XXI creará sociedades muy diferentes, algunas positivamente prósperas.

Está en nuestras manos decidir el futuro en el que viviremos. En el caso de la desigualdad, algunos indicadores señalan que se ha venido incrementando, pero también existen otros factores en donde la desigualdad se ha venido reduciendo. Además, hay prácticas que podemos impulsar para tener un mundo más equitativo, como la descentralización política y económica, el emprendimiento social y la educación por medio de internet.

Tampoco tengamos miedo de volvernos irrelevantes o de ser parte de la “useless class”. Lo que debemos hacer es nunca dejar de aprender, pues aquellos que estemos haciéndolo permanentemente y aportando cosas útiles para otros humanos, siempre podremos obtener ingresos por nuestro trabajo y creatividad.

Como lo platiqué en mi programa Ahora Futuro, México y el Mundo, con el vocero de IBM en México, Baltazar Rodríguez, la IA Watson no va a acabar con el empleo de ningún abogado, sino que serán los mismos abogados quienes destruyan a aquellos que no se adapten a la innovación tecnológica que ofrece Watson. La tecnología potencializa nuestras capacidades sin eliminarlas. Un automóvil te hace moverte más rápido, pero no te quita la capacidad de caminar y no siempre es más práctico que andar a pie.

Podemos adaptarnos al cambio tecnológico sin tener que reinventarnos por completo. Un conductor de camión puede aprender a reparar vehículos autónomos o puede contribuir a que las carreteras sean más aptas y seguras para los camiones.

Reconozco la visión para advertir los riesgos que menciona el doctor Harari, pero también muchos sabemos que no queremos llegar a eso y ya estamos luchando por esta causa.

Es importante reconocer que estos retos son globales y que ninguna nación podrá resolverlos por sí misma. La siguiente semana escribiré más sobre la intervención de Harari en Davos, en la que habló de lo importante que es la cooperación global, por el bien de todos, y cómo hemos superado grandes retos que parecían imposibles en el pasado.

Como humanidad nos falta mejorar muchas cosas de nuestro comportamiento y entorno, pero estoy seguro de que seguiremos evolucionando hacia un mundo más sustentable, equitativo, justo y próspero. Estoy muy seguro, pues la única manera de predecir el futuro es crearlo y muchos estamos trabajando en construir ese mundo que deseamos.

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