Las primeras horas son determinantes para atender una emergencia, por lo que hago un llamado a la solidaridad para apoyar a las personas damnificadas por el impacto del huracán Otis en la Costa Grande de Guerrero. Diversas organizaciones, como la Cruz Roja Mexicana, han estado compartiendo información sobre la manera en que podemos hacerles llegar diferentes tipos de apoyo.

Con las notas de prensa e imágenes que tengo hasta el momento, puedo ver que el daño en la ciudad de Acapulco y sus alrededores ha sido terrible. Desafortunadamente hay pérdidas humanas que lamentar, hay gente desaparecida y lesionados.

Hemos visto muchas imágenes e historias de gran destrucción de infraestructura, de vivienda, de centros de servicios, de drenaje, de la red eléctrica y de telecomunicaciones, así como de caminos, carreteras, puertos y del mismo Aeropuerto Internacional de Acapulco.

Con ello estamos viendo también, con gran preocupación, la destrucción de fuentes de empleo y de negocios. Imaginemos los hoteles, los restaurantes, los puntos turísticos y los comercios de los cuales vive la mayor parte de la gente. Es importantísimo generar diferentes programas y acciones para restablecer la infraestructura, tanto de comunicaciones como turística, y para eso se necesita gran coordinación por parte de los tres órdenes de gobierno y la siempre incondicional participación de la sociedad civil.

Es en estos momentos de emergencia y de crisis cuando se nota más la ineptitud y cuando se extrañan más las instituciones. Es lamentable en un país como el nuestro, con fenómenos naturales agresivos y recurrentes, como huracanes, sismos e inundaciones, que no contemos más con mecanismos eficaces como lo fue el famoso fideicomiso Fondo de Desastres Naturales, FONDEN.

Creado a mediados de los años 90, la misión del FONDEN consistía en activar mecanismos financieros y presupuestarios para atenuar las consecuencias de este tipo de fenómenos, de manera eficaz y oportuna (urgente), y lograr así la reahabilitación de la infraestructura afectada. Como lo dije en un principio, las primeras horas son determinantes para atender una emergencia.

Desde 2021, con la desaparición del FONDEN como fideicomiso plurianual, se cuenta con un programa sujeto a transferencias extraordinarias de recursos por parte de la Secretaría de Hacienda que depende de aprobaciones anuales, mecanismos burocráticos y recortes arbitrarios. Esperemos que los urgentes apoyos de recursos públicos en Guerrero sean suficientes y no tarden mucho en materializarse.

Y es que si bien hay planes que ya existen, como el DN3 del Ejército, era con mecanismos como el FONDEN que, por ejemplo, se ejecutaban obras de rescate y se rentaba maquinaria para abrir las calles, para acabar de demoler edificios y para reconstruir.

Además, antes había interés, sensibilidad e instrucciones a funcionarios federales de alto nivel para que se desplegaran y apoyaran las acciones de atención y reconstrucción en zonas afectadas por desastres naturales. Recuerdo, con mucho orgullo, que en 2017 pude ayudar oportunamente y en sitio, como secretario de Estado, a las acciones necesarias en los municipios de San Francisco Ixhuatán y San Francisco del Mar tras el sismo que afectó gravemente a Oaxaca y a Chiapas.

Es lamentable que en plenas crisis es donde vamos a volvernos a dar cuenta de la verdadera incapacidad del gobierno federal y de algunos gobiernos de Morena, como el de Guerrero, que han desmantelado instituciones y con ello han disminuido su capacidad de reacción.

A Guerrero le llueve sobre mojado ya que de acuerdo con el Consejo Nacional para la Evaluación de la Política de Desarrollo Social, el CONEVAL, este estado es la segunda entidad del país con mayor porcentaje de gente viviendo en situación de pobreza y de pobreza extrema, tan solo por debajo de Chiapas.

Además, en Guerrero prácticamente estamos ante un gobierno fallido pues son los diferentes grupos del crimen organizado quienes se imponen a lo largo del estado y en ciudades como Acapulco, por lo que en el corto plazo tendremos que empujar más desde la sociedad civil y desde otros grupos políticos y ciudadanos para tratar de compensar las deficiencias de gobiernos fallidos como este.

Todas y todos tenemos que mitigar esta gran tragedia en Acapulco, una ciudad de más de un millón de habitantes en la que 9 de cada 10 personas viven del turismo y donde prácticamente las fuentes de trabajo han quedado suspendidas en el corto plazo. Muchas alarmas están prendidas y contamos con muy poco gobierno, destructor de instituciones, para resolverlas.

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