De acuerdo con el Coneval, 3.8 millones de mexicanos, que pertenecían a las clases medias, pasaron en 2020 a la pobreza. Esto es el resultado principalmente de la pandemia y la falta de apoyos gubernamentales al empleo y a la economía familiar.

3.8 millones de personas adicionales en pobreza es equivalente a la población de Yucatán y Zacatecas juntas. 

Es así que la proporción de mexicanos en situación de pobreza que había bajado del 44.4% en 2008 al 42% en 2018 volvió a aumentar para alcanzar 44% de la población en 2020: en sólo dos años perdimos lo que habíamos avanzado en combate a la pobreza en los últimos diez años.

El incremento en la pobreza se debe fundamentalmente a la pandemia, pero sin duda también a la falta de apoyo al empleo y a las familias por parte del gobierno. Cosa que no ocurrió en otros países, donde desde el principio hubo apoyos directos a las familias, a las empresas para el pago de la nómina, e incluso para la renta de la vivienda. 

De acuerdo con un estudio preliminar de la CEPAL, México, Honduras y Ecuador son los tres países latinoamericanos donde más aumentó la pobreza extrema, la cual mide a quienes no pueden cubrir ni siquiera su alimentación básica. En cambio, países como Brasil o Panamá redujeron la pobreza extrema gracias a los apoyos del gobierno.

Por otro lado, información reciente del Banco Mundial confirma que en México la pobreza extrema se incrementó más que el promedio de los países de Latinoamérica.

En nuestro país la pobreza extrema pasó de afectar a 7.4% de los mexicanos en 2018 a 8.5% en 2020, es decir, pasó de haber 9.3 millones de mexicanos en pobreza extrema a 10.8 millones. 

Es un millón y medio de mexicanos más y quiero que por un momento nos detengamos a pensar en el drama que es para los padres no tener recursos para dar de comer a sus hijos, elegir cuál de las tres comidas van a omitir cada día o cuál de los hijos tendrá que abandonar la escuela. Recordemos que más de 5 millones de niños y adolescentes abandonaron sus estudios según el Inegi. 

Todo esto es peor para los que tienen niños pequeños porque los primeros años de nuestra vida son fundamentales, y la falta de alimentos o educación limita para toda la vida la salud física y las capacidades mentales de quien sufre mala alimentación en la infancia.

De hecho, una mala alimentación en la infancia hace que las personas pierdan en promedio una cuarta parte de sus ingresos cuando están en edad laboral. En otras palabras, es una de las principales razones por las que muchos se mantienen en la pobreza durante toda su vida. 

Recordemos que para el Coneval, alguien se encuentra en condición de pobreza cuando sus ingresos no alcanzan para cubrir sus necesidades básicas y además tiene por lo menos una de las siguientes carencias:

Rezago educativo, falta de acceso a los servicios de salud; no tiene seguridad social; carece de una vivienda con las condiciones mínimas habitables, incluyendo servicios básicos, o no se alimenta con los nutrientes básicos para un pleno desarrollo.

Hablando de carencias, la que más creció de 2018 a 2020 fue el acceso a servicios de salud; ésta se había logrado reducir a menos de la mitad en una década, al pasar del 38.4% en 2008 al 16.2% en 2018 gracias a la creación del Seguro Popular.

No obstante, en sólo dos años volvió a incrementarse dicha carencia de acceso a los servicios de salud para pasar de 16.2% a 28.2 por ciento. Dicho de otra forma, se le quitó el acceso a servicios de salud a cerca de 16 millones de personas al desaparecer el Seguro Popular. 

A esto hay que sumarle la carencia de medicinas que están enfrentando millones de mexicanos y que es precisamente lo que se buscaba evitar con la creación del Seguro Popular, ya que está comprobado que la falta de un seguro médico más los gastos de medicamentos pueden ser catastróficos y quebrar por completo la economía de una familia hasta hundirla en la pobreza por años. 

De hecho, mientras el gasto de las familias mexicanas en educación y esparcimiento se redujo 45% el año pasado, el gasto en salud aumentó 41 por ciento.

Estamos observando a familias de bajos recursos enfrentar una pandemia sin servicios médicos, lo que ha contribuido al incremento de la pobreza. 

La buena política se debe parecer a la buena medicina. Un buen político debe hacer diagnósticos acertados sobre los retos y oportunidades que enfrenta su sociedad al igual que el médico que diagnostica la enfermedad del paciente; después el político debe elaborar buenas políticas públicas, el equivalente a las medicinas que receta el médico, y finalmente evaluar los resultados para ver si la salud de la sociedad y del paciente han mejorado. 

Por más que existen programas sociales que han sido sumamente comentados, evidentemente fueron insuficientes para evitar que casi 4 millones de mexicanos cayeran en pobreza y 16 millones perdieran el acceso a los servicios de salud. Claramente la falta de apoyos a las empresas y a las familias, así como la desaparición del Seguro Popular fueron la medicina equivocada. 

Desde la política, como lo haría un buen médico, hay que reconocer que las cosas en materia de combate a la pobreza y la salud no han salido bien y por lo mismo hay que revisar desde el diagnóstico hasta las políticas a aplicar hacia adelante porque los mexicanos no tenemos por qué sufrir estas consecuencias habiendo otra forma de hacer mejor las cosas.


Twitter: @edelamadrid

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