La tragedia que ha sufrido Acapulco con el paso del huracán Otis debe obligarnos a no postergar más la modernización del destino; este proceso debe concluir con la recuperación de la gloria que tuvo hace algunas décadas.
Acapulco fue el primer destino vacacional internacionalmente conocido de México, gracias a su belleza, a su clima cálido que lo hace ideal para vacacionar en cualquier época del año y a su fácil acceso desde Estados Unidos y México.
También tiene espectáculos únicos como los famosos clavadistas de La Quebrada.
Así, Acapulco atrajo, en su época de gloria, a las mayores personalidades a nivel internacional. John F. Kennedy pasó ahí su luna de miel, Ringo Starr compuso una canción llamada “Las Brisas”, Elvis Presley filmó la película Fun in Acapulco y John Wayne compró en 1954 el famoso Hotel Flamingos.
Hasta la fecha Acapulco se mantenía como el destino de playa más visitado por los mexicanos. No obstante, con el paso del tiempo la infraestructura turística de Acapulco se fue desactualizando y se convirtió en un destino donde los turistas gastan poco dinero.
Por ejemplo, los turistas que más gastan son los turistas internacionales, y en Acapulco sólo 2% son turistas extranjeros, mientras que en Rivera Maya 90% de los turistas son internacionales.
Desde antes del paso del huracán Otis, más de la mitad de los pobladores de Acapulco ya vivían en pobreza, 2 de cada 10 estaban en pobreza extrema, es decir, padecían hambre. Aunado a esto, se posicionaba como una de las cinco ciudades más violentas de México.
Guerrero y Acapulco llevan mucho tiempo con una importante necesidad de cambio, que se ha hecho más urgente e inevitable ahora que el huracán Otis dañó 80% de los hoteles acapulqueños y, de no hacer una pronta reconstrucción, se podrían perder 90% de la fuerza laboral formal local.
La magnitud de las pérdidas se estima entre 180 mil y 300 mil millones de pesos. El gobierno ha anunciado una inversión de 61 mil millones de pesos que se enfocan en dar despensas, becas y apoyos para la subsistencia.
Esto demuestra la incapacidad del gobierno para entender dos cosas. La primera es que subestiman la magnitud del problema, pues planean invertir únicamente una quinta o una tercera parte de los daños.
Peor que subestimar la magnitud del problema, demuestran desinterés frente a los guerrerenses: su propuesta de presupuesto de egresos para 2024 no incluye partidas especiales para Acapulco.
La segunda es que no entienden que Acapulco no necesita únicamente despensas para que las familias subsistan un par de semanas, necesita una profunda reconstrucción, y de hecho una completa modernización.
En Acapulco escasean los trabajos, y sin trabajo la gente no tendrá ingresos para comer, no por un mes, sino hasta que vuelva a encontrar un trabajo, y recordemos que se ha dicho que pasarán años antes de que Acapulco pueda recuperarse.
Pero tampoco se trata de que recuperen los trabajos que tenían antes, es importante que obtengan muchos mejores trabajos, con salarios más altos, para ello, se necesita mucho mejor infraestructura de la que tenía Acapulco antes del huracán Otis.
Es hora de retomar y actualizar un plan maestro para Acapulco.
La tragedia que actualmente vive la perla del pacífico debe de ser el punto de inflexión que nos impulse a recuperar su antigua gloria y mejore de una buena vez la calidad de vida de los guerrerenses.